Caiga quién caiga, Paul Fenech siempre seguirá a las riendas de The Meteors, uno de los combos básicos del psychobilly. Como clásicos de botica su bálsamo de fierabrás siempre sonará con denominación de origen. Al igual que las sempiternas y eficientes pócimas de Motörhead o Bad Religion. Por lo menos así lo atestigua “Hymns For The Hellbound” (I Used To Fuck People Like You In Prison/Junk, 2007), su traca de doce canciones más reciente.

Una inamovible ración de psychobilly tan picante cual plato de ají. Ahí está su sonido tan característico y bamboleante en "Powder, Pain And Misery"; los aires vaqueros de "Queen Of The Wild Wild"; el surf de "Shadow Time"; el rock’n’roll cincuentas de "We Wanna Wreck Here". O los sones irlandeses de "The Phantom Rider", donde suena el dobro, instrumento que Fenech tocaba con sus amigos, los siniestros Alien Sex Fiend. Después de trasegarse medio mundo editorial (Anagram, Dojo, Sonovabitch, Trojan) han fichado por el sello alemán People Like You.

 “Son un gran equipo y nos comprenden un poco o tanto como es posible entendernos. Nos sentimos en casa como diamantes entre piedras”. Fenech se ha instalado en Alemania por complacer un poco a una base rítmica teutona a más no poder: Wolfgang Höndermann (batería) y Simon Linden (contrabajo). De hecho, las sesiones de grabación han tenido lugar en los estudios Maddog en Duisburg, una torre de cincuenta y ocho metros y ciento veinte años de antigüedad, propiedad de la banda. “Hemos movido allí nuestro equipo, que está diseñado para bandas de rock and roll, punk y psychobilly. Allí hacemos un montón de grabaciones”. Ciertas críticas apuntan a que “Hymns For The Hellbound” es un trabajo superior a sus dos discos anteriores, “Hell In The Pacific” (2004) y “These Evil Things” (2004) “No escucho lo que la gente dice sobre mi trabajo. ¿Qué mierda saben ellos? No están en mi cabeza. ‘Hell In The Pacific’ es un disco en directo, así que no puede haber ninguna comparación. Hemos grabado cerca de treinta discos y todos son tan grandes como será el siguiente”. El poco tiempo que le deja su formación insignia le permite a Fenech embarcarse en mil fregados: “mis proyectos discográficos The Legendary Raw Deal, The Outsiders y Cherry & The Devil, pero mi prioridad son The Meteors”.

Por si no hubiera suficiente con el tiempo que Buchanan se ha tomado entre disco y disco, cuando debutó estaba cerca de los treinta, algo no demasiado habitual entre los músicos. ¿Y eso, amigo mío? “Yo qué sé. ¿Para qué tener prisa? Me entran regularmente ataques de pánico acerca de mi música y no me siento a gusto con las canciones que tengo escritas. Y va pasando el tiempo. Un día me doy cuenta de que he alcanzado un correcto estado mental, llamo a los chicos, y si ellos también lo tienen grabamos. No hace falta forzar las cosas”. Así se entiende la pausa elegante que impregna su trabajo, pop con pocas pretensiones más que dignificar el género. También explica que en “High”, y a pesar de que las canciones nacieran en diferentes países durante un periodo de diez años, no sea difícil reconocerles su paternidad... salvo a dos. “Supongo que cada persona arrastra un poso de identidad propia por mucho que camine y viva. Además, yo intento que mis composiciones sean un retorno a la simplicidad y la inocencia. Eso les resta artificio y adornos y las hace reconocibles. Las dos canciones que mencionas supongo que serán ´I Would Never´ y ´Because Of Toledo´...”. Bingo. ¿Cuánta gente te ha dicho ya que parecen melodías de Springsteen? “Bastante, pero no creas que me parece mal. Yo no quería incluir la primera en el disco, aunque a los otros chicos les encantaba y acabó en él. Yo reivindico a Bruce, así que en realidad estoy contento. ´Because Of Toledo´ es otra cosa. Parte de una historia que escuché en un bar de carretera americano y habla de gente que huye de cosas para intentar encontrar otras mejores. Cada persona tiene su propio Toledo”. 

Resulta algo chocante escuchar a un escocés, digno representante (aunque de los menos populares) del pop clasicista propio de la tierra reivindicando a Springsteen. Pero diez minutos de conversación con Buchanan bastan para darse cuenta de que no es un tipo corriente. Por ejemplo, está encantado de ganar nuevos fans con cada disco (“con tantos años entre discos siempre nos toman por un grupo nuevo”) pero sólo se entera “porque cada vez me llaman revistas de más países diferentes” o que asegure que le encanta el directo... y en veintiún años hayan hecho dos minigiras y ambas sin salir del Reino Unido. “En realidad nunca nos hemos puesto en serio con la promoción. Las compañías no nos han hecho mucho caso en ese aspecto. Pero a mí me basta con saber que consigo que alguna gente mire hacia su interior después de escuchar una canción mía. ¿Crees que lo consigo?”. Más que muchas bandas pretenciosas que lo dan por supuesto, desde luego. No le puedo negar eso a un gurú tal del buen gusto que me dice “¿Te gusta el fútbol ¿Eres del Barcelona?”. Por supuesto. ¿Se puede ser de algún otro equipo? Y me responde: “El otro día estaba en el Celtic Park cuando nos destrozasteis, hacía tiempo que no veía a nadie jugar a fútbol así. ¿Nos vemos en el Nou Camp a la vuelta?”. Hecho. Vista la sinfonía que engarzó el Barça aquel día, entiendo que la disfrutara un tipo que coloca cada nota en su sitio exacto en todas las canciones. Dicen que hay discos para poner a toda leche cuando una persona se maquea y busca el estado de ánimo apropiado para salir. “High” –y los otros tres de The Blue Nile- es más útil para colocarlo al volver de madrugada y tranquilizarse sabiendo que afortunadamente la vida sigue como siempre.