Estos cuatro instrumentistas que, en la vida real, podrían pasar por simples empleados de oficina o de fabrica debido a su modestia y a la poca pose de músicos pretenciosos que tienen. Un dato que abruma sobre su trascendencia a nivel histórico, la de Carol Van Dijk y los tres hombres que la secundan, es que Bettie Serveert son la quinta banda que más discos ha vendido en los Países Bajos en los últimos cuarenta años, aunque estamos hablando de una zona en la que tampoco se han dado personajes del carisma y genio necesarios para deslumbrarnos o traspasar fronteras con rotundidad. Exportables fueron aquellos Golden Earring, aunque a otros niveles podríamos hablar de Urban Dance Squad, la simpática Anouk y poco más. Por otro lado, lo primero que llama la atención es la pérdida del artífice de este fenómeno musical a pequeña escala, aquel batería llamado Berend Dubbe. Al habla, Herman Bunskoeke, bajista. "Dubbe quería tomar el mando del grupo, hacer suyo el proyecto. Pretendía cantar, tocar la guitarra y hacer una música aún más básica de lo que estábamos haciendo por aquel entonces".
| "Creo que hemos conseguido rotundamente lo que buscábamos, que no era otra cosa que flirtear con lo más intimo de nosotros mismos" |
Hablando en profundidad de esta cuarta obra, debemos subrayar su elegancia desmesurada y su inquieto instinto renovador. "No queríamos grabar de nuevo el mismo tipo de disco, sino que pretendíamos disfrutar una nueva experiencia, entrar en un mundo nuevo que desconocíamos y que suponía renovar nuestras ilusiones. Nos sentimos muy orgullosos de aquella trilogía, pero aquello fue un antes y ahora estamos hablando de nuestro presente. Además, mientras no tengamos nuevas perspectivas no pensamos cambiar. Sin querer ser pretencioso, creo que hemos conseguido rotundamente lo que buscábamos, que no era otra cosa que flirtear con lo más intimo de nosotros mismos, con una Carol que iba a usar un registro de voz distinto, más pausado y pasional, pero con una clase fuera de lo común. También hemos optado por incluir vientos, pianos y otros instrumentos de carácter tradicional que hasta entonces estaban vetados por la propia banda" . Estaban prendados y ligeramente obsesionados con los trabajos de Pj Harvey, así que, para paliar eso, nada mejor que contar en los controles con el últimamente hiperactivo John Parish (Pat MacDonald, Thou, etc), que se nos muestra capaz de reflejar en formato digital la mutación sufrida por las notas musicales de Bettie Serveert. "La clave de que la metamorfosis haya resultado al final gratificante ha sido el haber trabajado con él. Da mucha tranquilidad al músico y, para colmo, es un excelente instrumentista y un hombre con una escalofriante cultura musical. Convierte en mágico todo lo que toca, además de ser capaz de resolver cualquier inconveniente" . Para acabar, le recuerdo que, en 1995, coincidieron en algunas fechas con Jeff Buckley, aunque la vivencia no resultó ser todo lo enriquecedora que esperaba. "La relación no fue del todo buena. Buckley era un engreído, con demasiado ego para el talento que realmente tenía y que no era nada excepcional, ni en lo personal ni mucho menos en lo musical. Lo que hacía ya estaba inventado desde tiempos inmemoriales".
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