Black Maracas son un caso singular: han completado a pulso varias giras por Estados Unidos, México y Europa. El público de festivales de la escena rockera como Levitation ha disfrutado de su rock abrasivo, entre el stoner crudo y la psicodelia. En España han actuado en Mad Cool.
Me encuentro con el fundador del proyecto Adrián “Dilly Child” (guitarra, voz) en los locales Sonic Boom. En su nuevo álbum conjuran los espectros del rock asilvestrado de la escuela stoner. Desdemona Records, nuevo sello de Mushroom Pillow especializado en sonidos rockeros, publicará también este año otro LP ya grabado en La Mina de Raúl Pérez, en el que dan salida a su lado más melódico.
Su reciente paso por el ciclo Sound Isidro salió “muy bien”, pese a que el día era complicado. En cuanto a los dos discos nuevos, “tuve la necesidad de sacar toda la música que tenía dentro. Es cierto que había una parte más loca y fuerte, que es el disco que sale ahora. Y también había acumulado una serie de canciones que tenían una onda completamente diferente”. De hecho, “tuvimos una conversación para sacarlas con otro nombre, porque es un cambio radical e igual confundíamos a la gente. Al final pensamos que es otro lado de Black Maracas”.
“Había necesidad de descargar todo lo que nos revienta por dentro”
Con “The Anecdote”, grabado en Madrid el verano de 2024, “yo quería volverme más loco con el sonido. Trabajando en La Cafetera con Pablo Fergus y Carlos Elías Caballero (Alcalá Norte), que ya había trabajado el anterior, me sentía muy bien, porque entendían dónde quería ir. No siempre es fácil que te entiendan cuando quieres poner todo a toda hostia. Con el otro, como es más melódico y quizá ambiental, consideramos que era buena idea retirarnos a un sitio para sumergirnos más en el proceso”.
“The Anecdote” exhibe su versión más feroz “hasta este momento, también por el cambio de la voz, mucho más gutural y bestia. Es sorprendente, porque quizá es la voz con la que más cómodo me he sentido nunca”.
No ha sido el directo, sin embargo, lo que les empujó en esta dirección. “La idea nos vino naturalmente, de la vida. Había una necesidad de descargar todo lo que a uno le revienta por dentro. Quizá es un reflejo de lo peor de mí. El título es una referencia a momentos de las vida en los que uno es una anécdota en la vida de otra gente, y otra gente pasa a ser una anécdota en la tuya”.
Sus giras internacionales arrancan cuando les invitan a tocar a un festival de Perú hacia 2021. “Acabé yendo yo solo con la guitarra, porque el resto de la banda no podía -explica Adrián-. Ahí conocí a uno de los directores del Treefort Fest de Idaho (Estados Unidos), y me ofreció hacer dos conciertos. Me lo empecé a plantear: ¿Por qué no intento sacar más conciertos en Estados Unidos?”. Se les abrió otro mundo.
“Lo que nos ha aportado esto es entrar a un mercado al que no teníamos acceso. A tocar en Levitation con The Brian Jonestown Massacre y The Black Angels. En Seattle en el Freakout, en Nueva York con bandas como Miranda and The Beat…en vez de invertir en un post en Instagram, ¿qué mejor promoción que salir a tocar por allí? Ésa fue la mentalidad”.
“La diferencia de público -afirma- es brutal. Ya en Europa, por ejemplo, se nota mucho cuando sales que hay otro tipo de público y de recepción a esta música. Sobre todo en el norte. En Estados Unidos la diferencia es bestial. No tiene nada que ver lo que se valora allí con lo que se hace aquí”.
“No siempre es fácil que te entiendan cuando quieres ponerlo todo a toda hostia”
Esto es evidente también respecto a las salas y la competencia y complicidad de los técnicos: “Cuando llegué a Nueva York por primera vez, empezamos a probar y el técnico nos paró. Me dijo: “¿Qué haces, qué pasa? Súbete el volumen”. Yo lo tenía al máximo de como me solían dejar en España. Por primera vez en mi puta vida me pude poner al 7 o al 8. Saben cómo apañarlo o reajustarlo y no les importa currar de más, porque quieren que toques a gusto. Aquí tú te tienes que adaptar al técnico y a la sala, mientras que allí se intentan adaptar a ti”.
Adrián entiende que esto sucede porque, aunque nos duela, en otros países la cultura de música en vivo es más profunda. “Es como si vas a Sevilla y quieres que te den las palmas. Yo creo que llevan toda la vida haciendo eso y lo tienen instaurado de una forma mucho más generacional. Lo disfrutan mucho más, es así”.
Cierto, a nivel económico “es difícil compensar la primera inversión de vuelos. Una vez cruzas el charco, sí te puedes organizar los gastos. La inversión de los vuelos es la que más daño te hace, porque luego sí es cierto que en Estados Unidos no conciben que tú te vayas sin cobrar. Vas a un bar, haces un bolo de mierda a taquilla, han venido cuatro personas porque tocas un martes en un pueblo en medio de la nada, y te dan 150 dólares. No conciben que vayas ahí a tocar y te vayas sin nada. Aunque aquello es más caro, cuentas con más dinero. A mí me ha salido mejor ir a tocar a Berlín que a Bilbao, por ejemplo”.
El músico se entusiasma hablando de México. “Es la hostia. Ahí hemos notado mucho lo agradecido que es el público, lo cariñosa que es la gente y lo contentos que estaban de que estuviéramos allí. La cercanía de la gente es impresionante”. Por eso van a volver en diciembre. En España tienen previsto tocar en algún festival después del verano, con la base de “The Anecdote” y sus dos discos previos.
En su opinión, el rock, la música de guitarras, vuelve a ser protagonista de la escena. “Durante mucho tiempo la he visto jodida por mis preferencias y gustos, pero poco a poco veo la necesidad de volver a las raíces del rock o el punk. Del desparrame. Lo notas por el surgimiento de bandas como Amyl and The Sniffers o Viagra Boys. Hay una necesidad de pasar de lo mega producido y de que todo sea electrónico. También lo estoy viendo con los Tiny Desk: hasta los raperos incorporan bajista, guitarrista, saxofonista…todo son ciclos, pero ver a un DJ detrás de un rapero ya no causa la misma impresión. La gente quiere volver a ver al trompetista, al bajista…en ese sentido, creo que está cambiando, y espero que aguante”.

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