La cita es en el Hall del Hotel Villa Antilla de Orio, junto a la playa. Esta es una de esas grandes ocasiones que se guardan para toda la vida, y quizás por ello tenemos los nervios a flor de piel. Una entrevista con Benito nunca decepciona, y en la casi hora y media de entrevista dejó un buen número de titulares. Sin más dilación, entramos rápidamente en materia preguntándole sobre su último disco, el doble CD y triple LP en directo “Gernika kontzertuan” (que se puede adquirir en su web) y la que ha sido noticia bomba estos últimos meses: su retirada de los escenarios.
El anuncio de tu retirada de los escenarios y el nuevo disco coincidieron más o menos en el tiempo, no sé si fue al mismo tiempo o primero vino y la idea de la retirada y después el disco.
La decisión de la retirada de los escenarios fue anterior, en ese momento yo no sabía que existía esa grabación.
Algo parecido al directo de Olatz Zugasti, entonces.
Exactamente, porque no eran grabaciones hechas con el propósito de hacer un disco: el tipo de grabaciones que hacemos es para tener una referencia de como vamos haciendo las cosas, y ver si hay que modificar algo. Resulta de que la toma de la decisión de retirada me libró de los escenarios, y cuando escuché esta grabación, vi algo que probablemente de otra manera no hubiese visto, y dije: “bueno, aquí hay que hacer un trabajo”.
Esa grabación, la de Gernika, sonaba muy bien según has comentado.
Sí, sonaba tal y como entraba en la mesa, sin efectos, sin ecualizaciones, nada: a lo bestia. Es tal y como entra.
Y el público también.
Sí, pero en una grabación de directo lo que entra en la mesa no tiene nada que ver con lo que está preparado para el directo. El sonido es muy grueso, hay mucho barro, y hay que hacer un trabajo. Pero como me sentí despejado, ya libre, pensé que igual era una bonita ocasión para entretenerme haciendo el trabajo de mezclas y demás. Noté que con la primera canción había una mejoría y pensé seguir caminando por esa vía. Es un disco que prácticamente me he encontrado en el camino.
Es un doble CD y triple vinilo con un pack de lujo, abundantes fotos, letras en cuatro idiomas...
Euskera, castellano, inglés y francés. Sobre esto, mi idea era no decir absolutamente nada, pasar un poco desapercibido, dejar pasar el tiempo y que se fuera desgastando poco a poco, pero algunos medios ya empezaron a enterarse. Luego me di cuenta que como iba a haber un disco, ese disco necesitaba una cobertura y una presentación, y dije: “pues ahora no hay más remedio que hacer una presentación del disco y dar la noticia de mi retirada”, una decisión que había tomado diez meses antes, a primeros del año 2024. Yo ya estaba dejando el escenario en tiempo de pandemia. Ahí empecé a cambiar mi mentalidad. Sería muy largo contar todas las experiencias anímicas que tuve, pero la verdad es que cada vez se me hacía mucho más cuesta arriba volver al escenario. Así que esa idea ya iba tomando cuerpo. Me llamaban para dar conciertos y yo esquivaba las propuestas. Estuve como dos años sin actividad de directo. En la pandemia, inmediatamente se empezaron a organizar conciertos raros; público reducido, con mascarilla... y ahí ya era una cuestión casi hasta moral: me negaba a hacer eso. Con la que estaba cayendo, no quería ser el pretexto para que la gente se reuniera en torno a mí. Pasó año y medio y las llamadas eran como más vigorosas. En ese momento no fui capaz de decir que no; no supe decir que no. Y empecé, pero de mala gana. En mi interior había tomado cuerpo la idea que comentaba antes, pero volví al escenario, y una vez ahí pasaron otros dos años. Pero, salvo en un par de conciertos, en ninguno me sentí realizado en el escenario. No encontraba justificación para que estuviera sobre las tablas. Y en este concierto que se grabó, el de Gernika, volví a casa enfadado y esa noche no dormí de lo mal que me había sentido, y, paradojas de la vida, de ahí sale un disco. Y es un disco que está bien hecho.
Supongo que luego vinieron los pequeños retoques en el estudio.
Hay que corregir algunos desajustes, afinaciones, los efectos, las reververaciones, el eco... No se utilizan todos esos efectos, en mi caso no ha sido así ni mucho menos, porque todos no venían a cuento.
Tal vez estuviera bien dejarlo así, como salió.
Yo quería un sonido muy digno, muy aceptable, bonito y a la vez algo que correspondiera a lo que estoy haciendo, que fluyera con naturalidad y que fuera muy reconocible en ese sentido. Creo que lo hemos logrado.
“En la pandemia, inmediatamente se empezaron a organizar conciertos raros; público reducido, con mascarilla... me negaba a hacer eso”
Un concierto con el que no has quedado a gusto, pero luego lo escuchas...
Sí, trabajando en ello me di cuenta que había buen material. Han desaparecido dos temas: “Belar nerabean” y una nueva. Una, porque no me gustó la versión que se hizo en directo y la otra porque era una canción nueva y me di cuenta de que no estaba acabada y no quería dejarlo a medias. En el disco hay una nueva, inédita.
La última: letra y música tuyas. “Ez nabil ezeren bila”.
Esa canción la hice en tiempo de pandemia y da muchas pistas y refleja muy bien el estado en el que me encontraba. En ese momento me sentía muy monacal y era como un recordatorio de todo lo que traía arrastrando años atrás. Aparece ahí, en ese contexto, por lo que probablemente no hubiese salido si no hubiéramos entrado en época de pandemia.
La letra también parece un resumen de los últimos cuarenta años de tu carrera, desde más o menos el disco “Gaueko ele ixilen baladak”.
Sí. Yo no sé poner fecha en estas cosas, en mi visión de la vida. Todos llegamos a un contexto en el que estamos muy adoctrinados y nos quieren enseñar cómo son los valores. Empecé a cuestionar todo eso muy tempranamente, y creo que me ha ayudado mucho el hecho de estar en una profesión como la canción. Porque claro, estar libre, ser autodidacta y tener que gobernarme a mí mismo en el trabajo que estoy haciendo, da posibilidades de ser un poco... no digo anarco pero sí tener una visión propia de las cosas. Y eso ha ido desarrollámdose. Y todas esas cosas que cuento ahí, que salían de una manera automática, casi sin pensar, eran porque ya estaba la digestión hecha.
He hecho esa mención porque anteriormente habías trabajado la épica vasca en “Altabizkar/Itzaltzuko Bardoari” o en “Zuberoa/Askatasunaren semeei”. Y hubo un cambio a partir del 85, quizás más espiritual o filosófico.
Son etapas. Si doy un salto a la épica es porque me llamaba mucho la atención: me interesaban las canciones tradicionales, pero tenían un... más o menos eran parecidos en cuanto a contenido, la poética, la letra, lo que contaban, había muchas historias amorosas...
¿Veías ahí una ausencia en cuanto a temática?
Yo decía: “este país, viniendo de donde viene, con un cancionero tradicional tan amplio , ¿como no aparecen canciones épicas que cuentan momentos épicos que han ocurrido en nuestra historia”? Me llamó la atención, tenía curiosodad. Y empecé a tirar por ese camino, hasta que me encontré con un poema largo, “Altabizkar”, y luego, naturalmente estaba leyendo cosas, ente otros a Arturo Campión, y de pronto aparece una leyenda épica: la historia del bardo de Itzaltzu. Mi mundo emotivo empezó a flotar. Me invadió una gran emoción y me dije que tenía que responder con una canción.
El disco anterior s “Altabizkar” “Zuberoa/Askatasunaren semeei” (1977) fue también épico. Hiciste varios viajes a Zuberoa para documentarte.
Ya estuve allí a principios de Ez Dok Amairu, alrededor de 1967. Era verano y yo tenía curiosidad por conocerlo, porque conocía algunas canciones zuberotarras, y con eso ya de alguna manera imaginaba un pueblo determinado: no pensaba que era una especie de región vasca, podría ser como un pueblecito. Hasta que un día, en una cena, el que me invitó traía una mística enorme con Zuberoa y estaba contando cosas relacionadas con eso. Naturalmente, me llamó mucho la atención, y llegó principios de agosto: en Ez Dok Amairu íbamos a pasar unas dos semanas de vacaciones, sin reuniones. Y yo decidí ir a Zuberoa, a conocerla. Allí me encontré con las pastorales, la primera que ví fue precisamente en aquellos quince días. Ví que era una especie de región vasca, lo que aquí llamamos provinvia, de las siete regiones que tiene este país, y que en cuanto a número de habitantes, me contaron que en aquel momento eran unos quince mil. Era un pueblo que había emigrado a París, a Burdeos etc. en busca de trabajo. Sentí una emoción muy grande, muchos tipos de emociones y vine con el sentimiento de que yo, de alguna manera, tenía que responder a ese pueblo.
“’Ez nabil ezeren bila’ la hice en tiempo de pandemia y da muchas pistas y refleja muy bien el estado en el que me encontraba”
Fue algo que nadie había hecho de esta manera.
No se conocía. La gente empezó a conocer a Zuberoa a través de mis canciones.
El disco creó una especie de peregrinaje (por supuesto, otros discos también lo han hecho, sobre todo “Altabizkar/Itzaltzuko bardoari”).
No sé por qué son estas cosas: quizás yo estaba destinado a ello. Yo he hecho un poco de cronista con mis canciones. Soy de alguna manera culpable de varios peregrinajes que se empezaron a hacer. La gente empezó a ir a Zuberoa, se hicieron expediciones allí, se organizaron autobuses y demás, de Bizkaia y de todas partes. Luego pasó algo parecido con Orbaitzeta, cuando hice la canción de la fábrica de Orbaitzeta (nota: la mítica “Orbaitzetako armaolaren kantua”). Otro tanto se hizo con “Baldorba” (1996), y otra, “Erri-behera” (1974) no llamó tanto la atención; es esta una de las canciones más primitivas en mi repertorio.
Todavía hay gente que dice que esa última no es tuya.
Sí, que es una canción tradicional. Por una parte me alegro de que digan esas cosas. Pero los derechos los cobro yo (sonríe Benito). Y luego pasó otro tanto con “Itzaltzu”, que es un pueblo pequeñito de Nafarroa, a través de la canción “Itzaltzuko bardoa”. Hay un día al año, el día de Gartxot, donde se hace una gran fiesta. Entonces me doy cuenta de que con mis canciones, de alguna manera, sin pretenderlo, he llegado a crear ese tipo de costumbres, de fiestas, de celebraciones en distintos puntos del país. Por ejemplo, mis canciones tienen esa presencia geográfica.
“Bizkaia maite” es uno de los primeros.
Hay mucho vizcaíno que ha ido allí a ver pastorales, mascaradas etc.
“Zuberoa” fue el primer disco conceptual de la canción vasca.
No hago mucho caso de ese tipo de cuestiones. Al fin y al cabo solo son canciones. Pueden tener un contenido u otro... La vida de un creador de canciones es como una especie de aventura. Unas veces toca una cosa y otras veces otra. Son etapas. Hay etapas que superas y pasas a otras cuestiones, y ahí he tocado varios ámbitos de la vida. Después pasé a otro tipo de conceptos psicológicos, espirituales o como le quieras llamar.
Volviendo al presente, los dos o tres últimos meses han sido (sin olvidar la Feria de Durango), de ofrecer un montón de entrevistas, una vorágine tremenda. Ahora supongo que estás un poco más tranquilo.
Bueno, todavía quedan entrevistas que hacer. En cualquier momento recibiremos otra petición. Cuando empecé con mi carrera musical estaban las radios y unos pocos periódicos, pero es que ahora hay podcasts y un montón de revistas, además de las revistas comarcales, que quieren entrevistarme.
Sobre el nuevo disco, me da la impresión de que ha pasado un poco desapercibido, entre comillas, al lado de la gran noticia que supone tu retirada de los escenarios.
Suponía que iba a pasar esto. Yo sabía que la noticia iba a tener una dimensión mucho más estelar que el disco, y como he dicho antes, el disco no existía cuando tomé esa decisión. La idea del disco la encontré en el camino. Sabía que eso iba a pasar, entonces no me ha sorprendido en absoluto.
El disco es un doble CD o triple LP de lujo. Su valor reside también en aquellos temas instrumentales que has interpretado durante años, algunos durante mucho tiempo, y que por fin podemos escuchar en una grabación. Aparte de estos ocho temas instrumentales, del último disco de estudio has cogido seis canciones. Al final nadie te puede decir que vives de las rentas. Ocho canciones instrumentales, seis del último... suponen medio disco.
Ocurre una cosa: esto es un concierto. Los conciertos son una cosa y el mundo de la discografía es otra. En mi caso, hay canciones que son más discográficas y menos de concierto. El disco soporta muchas cosas, pero cuando tienes que salir a dar un concierto ante el público, lo concibes de otra manera. Utilizas canciones que puedan tener agilidad, o que propicien de manera natural y sin grandes altibajos el cambio de canción a canción. Puedes enviar el mensaje total con un tipo de canciones que tengan un poco de fluidez. Es difícil de explicar, pero se siente. “Altabizkarko kantua”, por ejemplo, no la he hecho nunca en un escenario.
“Yo decía: “este país, viniendo de donde viene, con un cancionero tradicional tan amplio , ¿como no aparecen canciones épicas que cuentan momentos épicos que han ocurrido en nuestra historia?”
Sería difícil llevarlo a cabo.
Tendría que llevar muchos más elementos y otro tipo de cosas, y probablemente hasta algún tipo de escenificación. Es mucho lío. Este concierto, más dos canciones que no han entrado, es un concierto que llevaba cuatro o cinco años en el escenario. Luego, la pandemia lo modificó un poco: quité dos temas e introduje una canción que hacía mucho que no cantaba: “Oi lur”. De pronto, un día en plena pandemia sentí aquel silencio y aquella presencia de los pájaros. Una luz que yo nunca había visto. Una luz cálida al mediodía, porque todo estaba paralizado, todo estaba callado... aquello era radiante. Y de pronto, sin darme cuenta, estaba tarareando esa canción. Y dije “¿qué hace esta canción fuera de mi concierto?” Inmediatamente tomé la decisión de meterlo en el repertorio. Cuando empezamos a ensayar, lo primero que hice fue ponerme con ese tema.
Es la más antigua que figura en el disco. Tiene cincuenta años.
Hay canciones emblemáticas, que son atemporales, que siempre tienen que estar ahí, estés a gusto o no con las versiones que estés haciendo últimamente. Puede ser “Baldorba”, puede ser “Nere herriko neskatxa maite”, “Bizkaia maite”... Pueden ser cuatro, cinco o seis, esas siempre están ahí.
Del anterior directo, de hace veinte años, solo has repetido seis temas, las inevitables. “Udazken koloretan” también hay que meterlo ahí, “Baldorba”, “Oro irriño bat”, “Oihala”, “Nere herriko neskatxa maite” y “Bizkaia maite”, que, lo has contado muchas veces, estuvo a punto de no entrar en el disco original de 1977.
Y luego hay otros temas que según el tiempo y según la fatiga que sientas con determinadas canciones, las vas quitando y otros temas cogen el relevo. Este disco no es un proyecto, vamos a olvidarnos de eso.
Es un reflejo de tus directos.
Eso es, es el concierto que estaba haciendo yo antes y después de la pandemia.
Igual por eso ha quedado tan bien.
No lo sé, yo creo que he tratado de... yo nunca he estado a gusto con mis discos. No siento que estén terminados.
Pero ¿cuándo se puede dar un disco por terminado?
No lo sé. Hay una cosa que he hecho por primera vez. Dije: “Esto lo voy a hacer yo”. Aquí no interviene ningún técnico. Lo hemos hecho entre Olatz y yo. Olatz tiene más conocimiento que yo en aspectos técnicos y yo me desenvuelvo en lo musical y en lo que para mí es mezclar un disco: que todo suene coral. Y que todos los timbres sean distintos pero que a la vez sean un timbre colectivo. Esto es lo que siempre he anhelado yo y que nunca he conseguido, y aquí creo que lo he hecho. Mencionabas antes una canción, “Kimu bat zuhaitzan”, que precisamente transmite eso... parece que estamos en la intimidad de un ensayo: todo es muy fresco, muy natural y sin alardes de ningún tipo, y está muy bien hecho.
“Soy de alguna manera culpable de varios peregrinajes que se empezaron a hacer. La gente empezó a ir a Zuberoa”
A tres voces: las de Intza Unanue y Olatz, y luego entras tú. Espectacular.
Es eso lo que yo siempre he querido conseguir, y creo que en ese aspecto es el disco que mejor está.
En tus directos siempre has dejado espacio a tus músicos, incluso en forma de solo. Por ejemplo, Gurutz Bikuña hace un solo de guitarra en “Ibertzean” y Xabier Zeberio en “The Hills og Glencar”, u Olatz en “Agurra”, que es un tema suyo. ¿Hay que dejarles que se explayen un poco?
Hombre, yo quiero que los músicos también tengan un carácter solista, que tengan su aportación solística. Y después coral. Y los instrumentos que aparecen en este disco, yo lo vengo haciendo así desde hace muchísimo tiempo en los directos. Porque yo vengo de donde vengo, y entre otras cosas vengo de un gran seguimiento que hice en una época a la música irlandesa, y sobre todo al legendario grupo Chieftains. Me encantaba aquel sonido coral tan bonito. Eso que he explicado hace poco, de como tienen que sonar los insturmentos, que se noten todos pero que en el fondo sea un sonido, una unidad. Aprecio el mensaje y el concepto que transmite musicalmente. Chieftains ha sido lo más. Eso también está en mi.
También te ha influído O’Carolan, por ejemplo.
Eso es, me gustaba una de las versiones que hacía de Chieftains. Y nosotros hacemos una cosa distinta, pero también se acerca un poco al sonido de su versión.
¿Olatz conoció la música de Alan Stivell a través de tí?
Bueno, probablemente sí.
Tal vez de ahí le vino la curiosidad de conocer el harpa clásica.
Puede ser. En este disco también hay harpa, pero en general aquí no ha tenido el mismo recibimiento que ha tenido por ejemplo en Irlanda. Allí ha sido un instrumento nacional. El escudo irlandés es un harpa, el harpa céltica.
Todo esto se ve reflejado sobre todo en todos estos instrumentales. Algunos son muy potentes.
Están bien tocadas. Me sorprendió felizmente. Dije “ostras, la banda está muy bien, sólida, tiene fuerza. No suena nada aficionado, suena... son piezas delicadas, que necesitan un conocimiento, una convicción, un sentir, una profundidad en la transmisión de esa música”. Está bien digerida en cada músico, y lo vomitan bien.
“Me doy cuenta de que con mis canciones, sin pretenderlo, he llegado a crear ese tipo de costumbres, de fiestas, de celebraciones en distintos puntos del país”
Tus músicos se adaptan perfectamente a lo que les echen. Olatz lleva contigo desde 1981, cuando colaboró en “Altabizkar”. Aparte de ella, el más antiguo será Pello Ramirez.
Probablemente.
Desde el 93, Angel Unzu desde el 96, Juantxo Zeberio...
Lleva conmigo veinticinco años.
Gurutz Bikuña desde el 2002. Sin olvidar a David Gorospe, Amaiur Cajaraville y Xabier Zeberio, el hermano de Juantxo. Amaiur empezó con Olatz, y luego pasó a tu banda.
Amaiur viene de Eraso! El grupo heavy.
No es el único rockero que tienes, Gurutz Bikuña es otro.
Pueden estar perfectamente conmigo, o pueden estar perfectamente de rockeros también. El rock no es una cosa que se pueda limitar a una determinada cosa. Yo me siento rockero también.
Cantabas una canción de Elvis en euskera.
Sí, yo cantaba canciones de Elvis, me gustaba el rockabilly que hacía. Mis primeros pasos, cuando empecé a dominar un poco la guitarra, fueron por ahí. Yo nunca he hecho ascos al rock.
La última vez estuvimos hablaste de las baladas heavies, que te gustan bastante. Con Iron Maiden hay una historia muy bonita, que es cuando Bruce Dickinson escuchó tu disco “Altabizkar” en la sede de Radio San Sebastián. Sería la canción “Altabizkarko kantua”.
Estaba sonando esa canción en la emisora y cuando Bruce Dickinson pasó por ahí le debió de llamar la atención, y preguntó: “¿esto qué es?”, y la chica que estaba haciendo el programa le dijo: “es este, fulano de tal, un cantante vasco, es una producción bastante reciente”, y pidió que le enseñaran la portada, y dijo “¿me puedo llevar el disco?”. “No -le dijeron-. Esto pertenece a la emisora”. Le llevaron a un tienda de discos, un tal Ugarte, y ese le regaló el disco.
Hemos hablado de que este disco es fiel reflejo de tus directos, aunque falten esas dos canciones que mencionabas. De “Bizkaia maite” hemos comentado antes que estuvo a punto de no salir publicado. ¿Hay alguna otra canción que hayas estado a punto de no meter en un disco por lo que sea y luego haya sido un éxito.
No sé si me he encontrado alguna vez más en esa situación, no lo recuerdo. Ahora, lo que es muy probable es que con alguna canción, o más de una, ha pasado que igual no tenía mucha esperanza de que pudiera salir, que pudiera pegar, y sin embargo luego, contra mi sentimiento original, ocurre que igual tenía un éxito que no esperaba.
“De pronto, un día en plena pandemia sentí aquel silencio y aquella presencia de los pájaros. Una luz que yo nunca había visto. Una luz cálida al mediodía, porque todo estaba paralizado, todo estaba callado... aquello era radiante. Y de pronto, sin darme cuenta, estaba tarareando esa canción. Y dije “¿qué hace esta canción fuera de mi concierto?” (Sobre la canción “Oi, lur”)
Hablemos de músicos que han trabajado contigo y que hayan fallecido.
Son cuatro.
Aingeru Irigarai.
Era un médico, el padre de Jose A. Irigarai. Era muy cercano a nosotros. De músicos, los hermanos Irizar, los dos han muerto, uno recientemente. Los dos eran pianistas. Y está Marian Arregi y Fernando Ederra. Amaiur Cajaraville sustituyó a este último.
Nos dejaron también Mikel Laboa, Xabier Lete, Artze Anaiak, Lourdes Iriondo. De ese núcleo eres el único que queda.
También está Irigarai, su hermano también vive.
Pero de los músicos...
Los músicos que considerábamos estelares, ya fallecieron. Marian Arregi me acompañó muchos años.
De toda esa época, no creo que quieras cambiar nada, pero ahora ¿harías las cosas de otra manera?
Sin duda. Soy completamente distinto a cómo era hace 60 años. Soy otro tipo. Las cosas siempre se hacen de manera distinta.
Pero todo lo que conseguísteis ahora queda reflejado en nuestra música.
Eso sí es cierto.
Me decías en la anterior entrevista que si eso ha sido así, que preferías la consecuencia de Ez Dok Amairu al propio grupo. Lograsteis revivir la canción vasca.
Bueno, hay una cosa... Mira, Ez Dok Amairu (nota: a partir de ahora, EDA), no lo digo yo, lo han dicho otros, es un antes y un después; se considera así, como una nueva era. Con EDA coincide que que mucha gente empieza a escribir, se atreve a escribir. Surgen muchos grupos de teatro, de danzas, recopilación del folklore y todo ese tipo de cosas. Es una especie de renacimiento cultural. Eso empieza con EDA y siempre será recordado así. Es un tiempo, una nueva era. Nadie le va a quitar eso. Es un paso hacia adelante.
Y hay que reconocerlo así.
Bueno, yo no tengo mucho interés en que sea reconocido de esa manera, pero quiero decir que eso ya se considera así. EDA siempre va a ser un antes y un después. (...) El comienzo para mí fue un estadio un poco extraño, porque yo venía de Elvis y del pop inglés.
También Donovan.
No, Donovan posterior, pero The Shadows o Cliff Richard me gustaban, entre otros. Mikel Laboa me llamó a los sótanos del viejo Kursaal, allí conocí a un montón de gente. Yo no entendía nada de aquello, no entendía lo que estaba pasando. Pero bueno, al final de la reunión se puso otra fecha para hacer otra reunión en otro lugar, y yo acudía. No sé por qué pero acudía. Y en esa siguiente reunión había menos gente. Ponían otra fecha y acudía, y había todavía menos gente, y así en varias reuniones, era como un filtro. Iba perdiendo gente.
Hasta llegar a un núcleo.
Eso es. Quedamos los que fuimos EDA.
Los ideólogos, se puede decir.
Eso es. Ahí ya yo empiezo a entender algo más, lo que se pretende, y me adapto.
En esa época conociste a Oteiza.
Sí, fue en uno de los primeros festivales que se hicieron, pero de una manera muy informal. Se hacían a las doce del mediodía En el Teatro Amaia de Irun de repente vi a un tipo con barba blanca, con unas gafas colgando, entre las bambalinas. Y estaba haciendo algo. Entonces, como me presentaron como un joven de Orio, me llamó y tal. “Tú eres de Orio?” -me dijo-. “Sí”, “Yo también soy de Orio”, “sí? Y tú quien eres pues?”. “Yo soy Oteiza” -me dijo-. “Oteiza? Oteiza eres tú?”. Porque claro, vivió en Argentina, anduvo por ahí, en Brasil, y luego fue a vivir a Irun con Basterretxea. Nestor y él hicieron una casa en Irun, cerca de la frontera, y en un lado vivía uno y en el otro el otro, vivían prácticamente juntos, en el mismo bloque. Y yo naturalmente no conocía a Jorge. De oídas sí, por supuesto. Posteriormente yo estuve muchas veces con él, tengo muchas anécdotas. Ya había escrito el “quosque tándem” y luego en Orio, no sé si lo terminó ahí, estuvo escribiendo “Ejercicios espirituales en un túnel”. Yo le hacía visitas y encargos. Podía pasar tardes enteras con él.
“Yo cantaba canciones de Elvis, me gustaba el rockabilly que hacía. Mis primeros pasos, cuando empecé a dominar un poco la guitarra, fueron por ahí. Yo nunca he hecho ascos al rock”
Hablemos de la nova cançó catalana. Mikel Laboa quiso adaptar ese concepto a Euskal Herria y hacer un planteamiento parecido: el resurgir de la identidad vasca aplastada por el franquismo.
El origen de la llamada que me hizo Laboa era ese. El estaba estudiando Medicina en Barcelona, y allí los estudiantes vascos eran testigos de lo que estaba pasando en la Canción Catalana. (...) Se enteraron de que yo estaba en un concurso en el Bellas Artes de Donostia, organizado por el periódico La Voz de España. Yo salía a menudo en el periódico con letras grandes, como destacado de cada tanda del concurso. Era un concurso que duró tres meses. Domingo tras Domingo.
Y llegaste a la final.
Sí, y en la final me dieron como ganador, pero claro, querían que no hiciera el número que hacía yo, que tenía éxito. Estábamos todos obligados a cantar mínimamente una canción con una orquesta que había allí. Yo tenía que elegir una canción que tuviera más o menos la partitura de piano para poder orquestarlo. Una orquesta pequeña que había allí. Pero yo iba a la Casa Erviti, compraba un tema, a ver qué canciones había para voz y piano. Elegía una y después la entregaba. Lo que pasaba era que me obligaban a cantar una canción con orquesta.
Y tú no les hiciste caso.
En el segundo número hacía un popurrí con los temas que traía desde la relojería (nota: Benito trabajó un tiempo en una relojería y allí aprovechaba para cantar): Elvis, The Shadows y cosas así. Cinco, seis o siete trocitos de canciones. Y ese número salía un poco largo, pero era el que tenía éxito. El jurado era consciente de ello. Entonces, por lo visto, en la final, como había muchos invitados, me vino un tal Vidaurre, que organizaba todo aquello, y me dijo: “Oye mira, has ganado, eres el ganador y además eres el premio revelación, -el premio era grabar un disco en la casa Belter-”, y yo ya cuando me vi ganador me vine arriba y cuando llegó el momento no le hice caso, se cabreó y me dijeron: “Menuda has hecho” y “han venido a pedir que te echemos el telón”. Y efectivamente, me quitaron el Premio Revelación y me dieron el segundo premio.
Pero no te arrepientes de haberlo hecho.
No, es una anécdota. Y como mi nombre aparecía como “un joven oriotarra se perfila como gran candidato al concurso, con la peculiaridad de que canta en vascuence”. Laboa y compañía leyeron eso. Por lo visto, Lourdes Iriondo ya cantaba en público, en algunas reuniones, en euskera. Nos invitaron a todos los que cantábamos en euskera, sin haber pretendido nada, simplemente cantábamos en euskera, que tenían unos muestrarios para poder hacer unas reuniones y ver qué posibilidades había. Después surgió Oskarbi, que cantaban canción tradicional en euskera.
Estaban en la órbita, o en paralelo, de EDA.
Sí, al principio EDA era una cosa, a medida que iba pasando el tiempo y en reuniones diferentes y demás, estábamos dando pasos. Cada vez menos. Son ya sesenta años, algunos detalles los he olvidado.
¿Puede ser que las diferencias no fueran tan importantes?
Influyó la edad que teníamos, estábamos aprendiendo a andar, circunstancias del País... Naturalmente, de pronto estamos irradiando cierta importancia sociológica en Euskal Herria. Todo eso tiene una carga política y hay ideologías fragmentadas por todos lados. Unos tiran para un lado, otros tiran para otro. Surgen cosas, situaciones, que si no sabes interpretarlas bien, surgen los conflictos personales. Y vamos a dejarlo ahí. Algo así ocurrió, y nos llevó a la ruptura. Y una vez que se rompió, lo he comentado antes: aquello para mí raro al comienzo, pero luego ya yo estaba muy habituado, para mí todo aquello era una especie de familia, y yo me sentía muy a gusto en ese contexto. De pronto aquello se rompe, hay un divorcio y de pronto te ves otra vez solo. ¿Ahora, esto como se hace? Y empiezas a tirar de aquí y de allí. Mi refugio fue el grupo Argia con Juan Antonio Urbeltz y demás y todo lo que estaban haciendo, que era fantástico. Entonces dije: “tengo que empezar a cantar, tengo unas canciones, y necesito rodearme de músicos”. Entonces empecé con Marian Arregi, que era una maestra con el acordeón, y un flautista que había por allí, que era txistulari también... luego me hice con un violinista que actuaba de vez en cuando con Argia, más tarde vino un guitarrista clásico, Pello Gereño. Y así caminamos unos cuantos años.
De ahí salió tu segundo disco, “Oro laino mehe batek”, porque el primero es más bien una recopilación de E.P.’s y singles coetáneos a la época de EDA.
Sí, además “Oro laino mehe batek” recoge también algunas canciones de aquellos primitivos singles.
Ha envejecido muy bien ese disco.
Muchos me dicen lo mismo. Y con ese disco, grabé a la vez “Eta maita herria, üken dezadan plazera” con canciones tradicionales: “Atharratzeko gazteluko kantua”, “Maria solt ta kastero”... y todas esas.
Pero se publicó al año siguiente, en 1975.
Eso es, pero se grabaron a la vez. Y en vez de sacarlos a la vez, dosificamos la publicación.
¡Casi otro disco doble!
Pues sí, eso podría haber sido un disco doble, pero como eran distintos entre sí, se apartó un poco para dosificar su salida al mercado. El segundo es también un disco muy bonito, precioso, con canciones tradicionales,: “Atharratze”, “Jaun baruak”...
Esas canciones, que estaban casi perdidas, las recuperaste tú.
En Zuberoa no conocían esas dos canciones. La primera vez que fui, en aquellos quince días que pasé allí, conocí a varios cantantes de pastorales, que allí eran conocidos, y estuvimos cantando un par de horas en una sala, Hostal Toiriste de Ligi. Y yo, entre otras cosas, canté esas dos y se quedaron todos perplejos. “¿Qué canciones son estas?”. Porque claro, eran en dialecto zuberotarra, pero sin embargo no conocían esas canciones.
¿Dónde las descubriste?
En cancioneros. En el de Resurrección Mª de Azkue había una versión de esa canción, en el de Salaberri había otra. Esas canciones las saqué de esos libros. Pentagrama y texto.
Por ejemplo, a “Atharratze” le das un chute de energía tremendo. La original no era así.
No, ni mucho menos. No sabemos como era la original. “Maria solt ta kastero” sí, y ahí ya empezaron las críticas porque yo conocía esa versión que hacían allí, una versión muy lenta y solemne. Para mí, sin embargo, el contenido de la letra (la canción es de Pierre Topet ‘Etxahun’) no se relacionaba bien con la manera de cantar ni con la melodía.
A esa canción también le metiste un ritmo tremendo.
Exactamente, y es lo que realmente pegó, se hizo muy pegadiza y muy atractiva para la gente, incluso en Zuberoa. Algunos me criticaban porque estaba rompiendo, estaba jodiendo toda la canción tradicional zuberotarra. Y precisamente ese disco creó la tentación de hacer peregrinajes a Zuberoa. Ese disco condujo a mucha gente de Bizkaia, de Araba, de Gipuzkoa a conocer Zuberoa. Y luego vino el “Zuberoa/Askatasunen semeei”. Me dí cuenta que había dos discos y había que darle un matiz diferente a uno respecto al otro, con dos títulos. Eran discos muy distintos.
(...) Volviendo a la actualidad, te has retirado de los escenarios, pero sigues viviendo la música como el primer día.
Sí, de la música uno no se divorcia nunca. ¿Como voy a quitar la música de mi vida?
¿Tienes alguna canción sin terminar o inédita?
No. He estado revisando alguna canción que en su día no me gustaba como quedó, “Mirotzak” por ejemplo. Hay una versión nueva, no la canción entera pero sí parte de ella. Y hago ese tipo de cosas.
“Muchas canciones mías me emocionan ahora. Necesitaba tener esa distancia y escuchando los temas con esta distancia me emociono con un montón de canciones. Ni te cuento con el final de “Itzaltzuko Bardoa”
Olatz también hizo una versión de esa canción.
Con Gratxina, nuestra hija. Para hacer canciones uno tiene que estar en modo canción, y ese modo no lo contemplo ahora ni remotamente. Es una época que ha pasado, son sesenta años que he estado haciendo eso. Ahora yo no estoy en modo canción. Eso significa tener la necesidad de hacer canciones, y ahora no la tengo.
¿Te sientes ahora como alguien que se ha jubilado?
Yo no sé como se siente uno jubilado, aunque yo lo esté.
¿Notas más calma ahora?
Yo ahora noto que por ejemplo los tiempos, por lo que sea, suelen pasar. Son sesenta años que he estado en eso. Eso requiere también tener y sentir una obligación natural de que tienes que hacer canciones. Tienes que ir teniendo unos proyectos nuevos. Es una tensión con una cierta carga neurótica, mezclado con las vanidades y con tu ego. Es un mundo un poco turbulento el de la creación. Estás obligado a ello, tienes un compromiso histórico y al público tienes que darle unas novedades de tiempo en tiempo.
El escaparate que mencionabas en la canción “Formak” de 1987.
Exactamente. Bueno, el escaparate es una especie de... cómo te sientes tú en este lado. Y el público está ahí y tu aquí. Estás en un escaparate, te ven todos y tienes que estar siempre muy bien, presentable, si no el público desaparece y todo ese tipo de cosas, y es una lucha contínua. Y yo creo que... Yo, Mira... hay una cosa que me está pasando ahora. Como no tengo ningún disco que haya terminado a gusto en el estudio, de estar neuróticaente repitiendo y repitiendo tomas, tratando de corregir cosas etc. No teniendo la sensación de que lo he conseguido y hay que dar por terminado el disco, y cuando sale el disco te vas a casa. Yo he cortado con casi todos los discos, y no he querido escuchar más esas canciones, hasta el punto de que hasta me he olvidado de muchas de ellas. Y ahora, con distancia, escucho esas canciones y...
¿Qué te sugieren desde el presente? ¿Estás contento con ellas?
Muchas canciones me emocionan ahora. Pero es que yo necesitaba esa distancia. Quiero liberarme de eso... no sé lo que buscaba, esa neurosis mía, no sé lo que era, y entonces yo tenía que salir de ahí, y ahora lo veo desde fuera. Entonces, con esa distancia, siento como si no fueran mías las canciones, las observo y me emociono con muchas de ellas. No están perfectas.
¿Por ejemplo?
Pues mira, ¿qué quieres que te diga? Hace poco he estado oyendo “Hunkidura kuttunak II”, luego he empezado a escuchar “Hunkidura kuttunak I” (nota: dos discos dobles en los que regrabó una gran cantidad de sus canciones en 1993 y 1994), y todas las canciones recopiladas que tengo de otros discos.
En esos dos discos dobles que mencionas, quisiste dar otra forma a tus canciones de siempre.
Sí, porque para mí todas las canciones mías no están bien acabadas. El disco que mejor está acabado es el último, que lo he mezclado yo (se refiere al doble en directo). Es el que mejor suena, y con eso no me canso, puedo escuchar eso contínuamente toda la vida. Pero con otros discos no me ha pasado eso. Cuando ha pasado el tiempo y cuando me he liberado de toda esa historia... ahora me viene como si fuera algo ajeno, y escuchando los temas con esta distancia me emociono con un montón de cosas y con un montón de canciones. Ni te cuento con el final de “Itzaltzuko Bardoa”.
“Txori kanta zale ederra”.
Con eso me derrito, y con momentos de “Altabizkarko kantua”, incluso con otras canciones épicas que hay, como “Muñagorri” y de esa hornada. Esas canciones, baladas y demás, muy repetitivas, como en el medievo... tienen una atmósfera especial. Ahora le encuentro una originalidad y comprendo que hayan gustado, porque hasta hace poco no lo comprendía .
Durante muchos años no quisiste grabar en directo, pero ya tienes tres en tu trayectoria. ¿Alguna vez has pensado que cambiarías algo, algún detalle o forma?
Siempre cambiaría algo. “Ahuen sinfonikoa” tienes cosas, por ejemplo “Bizkaia maite” es la que mejor está. Ese clímax. No tengo ninguna versión que me guste. Me parecen muy aceleradas, que no reflejan demasiado bien lo que debería ser la canción. Pero claro, no he sabido por ejemplo acertar en el tiempo, en la respiración, y sin embargo en versión orquestal, como primero se grabó con orquesta e hicieron la versión que a ellos les salió, yo me tuve que adaptar. Y al adaptarme a ese tempo que le da la orquesta, ahora al escucharla noto que le va a la canción.
Había otra muy épica en ese disco.
“Oi Zuberoa”.
¿Con esa canción te quedaste a gusto?
Bueno, yo veo imperfecciones en mi trabajo, pero claro, luego cuando me libero de esas vergüenzas que yo siento y oigo, me parecen preciosas y me emocionan, como me pasa ahora con muchas canciones. Yo no quería escucharlas, pero ahora sí lo hago y tienen su encanto.
Es bonito que ahora eches la vista atrás y veas de manera positiva tu trabajo.
Exactamente. Yo tenía que romper la enemistad que tenía con mis canciones. Tenía que romper con eso, acercarme y decir. “Mira, está bien, os quiero”. Decirles ‘os quiero’.
Son tus hijos.
Eso es. He aprendido a vivir amistosamente con ellos. Y además siento que esas cosas con las que he sido crítico son capaces de emocionarme, y ahora sí, entiendo a la gente.
Dentro de unos años quizás nos sorprendas con alguna canción nueva.
No lo sé, yo vivo en presente y del futuro no sé nada. El pasado es recuerdo, tenemos un saco que es memoria.
El futuro, ¿es un cálculo que hacemos desde el presente?
Un sabio dijo una vez que la memoria fue creada para advertir el peligro. Entre otras cosas es útil también para nuestras rutinas y nuestra agenda. Yo hoy he venido aquí gracias a la memoria. Tengo que desarrollar mi trabajo, tengo que cumplir con las cosas, con las citas. Tengo que cumplir con las cosas, tienen un proceso, y eso supone un tiempo. Pero luego está el presente, que es morir de instante en instante. Si me preguntan a mí qué es vivir, vivir es morir de instante en instante, porque no vives si no mueres. La vida y la muerte son una misma cosa, o llámale si quieres dos caras de la misma moneda. Pero probablemente ni eso: es una misma cosa.
Por eso, ¿estamos muriendo constantemente?
Estamos muriendo constantemente. Tú naciste así, pequeñito, ¿verdad? Y has ido creciendo, porque has ido muriendo. Muriendo y naciendo, muriendo y creciendo. Tienes que deshacerte de muchas cosas para ir para arriba.
Desaprender.
Desaprender es, entre otras cosas... si viene el estancamiento doctrinal a la mente, si tú por ejemplo te acomodas. “Bueno, yo creo en esto”. Si no estás viendo en ese creer un aparcamiento, donde tú aparcas ahí tu atención, tu observación, tus criterios, pues nada, ya tienes creencia y vas de la mano de otros, es decir, adonde otros te quieren llevar. Tú no mandas contigo. Ahora, si tú dices “cuidado, aparcamiento no.” Que mi mente tenga su reflexión, su visión y su absoluta libertad para ver la naturaleza de las cosas. Si no sabemos ver eso, nunca entenderemos nada. ¡Nada! Es imposible entender nada sin ver por dónde hacen el camino las cosas que nosotros utilizamos. Conceptos que utilizamos. En eso que llamamos felicidad intervienen factores como la vanidad y el ego. Está bien hacer feliz a alguien, estimularle, decir que es maravilloso... Pero cuidado, va a otra esquina y otro dice lo contrario. Y te derrumbas. Y la caída es mucho más grande, más profunda. La felicidad actúa un poco de esta manera. No es felicidad la solución. Es serenidad. Una visión clara de las cosas. Si uno no sabe ver que tiene un ego que le está exigiendo contínuamente estímulos y vive al servicio de ese ego, va a ser un vasallo de él. Vivirá pendiente de lo que otros le digan. Con todo ese tipo de cosas, si nos acostumbramos a verlas como valor, porque de alguna manera nos pone alegres, uno tiene que saber cuánto dura esa alegría; si es inagotable o no. La cuestión es que la sabiduría está en la serenidad.
Lo siento, debes estar conectado para publicar un comentario.