Aullidos
Entrevistas

Aullidos

Redacción — 07-11-2005
Fotografía — Archivo

Justo ahora que parece que nada en la música popular sea creíble, reaparece este hombre de rock. Outsider forzoso, figura de culto del rock de los ochenta y primeros noventa, compositor respetado y escritor inteligente, “En otro tiempo, en otro lugar” (Pentatonia Records) es una nueva colección de canciones amargas, de baladas desencantadas. El lobo vuelve a aullar.

Llueve en Granada desde los últimos dos días. Ha empezado a hacer frío –las chicas llevan abrigos largos y el viento les revuelve el cabello- y yo no puedo imaginar un momento mejor (estas primeras lluvias, el comienzo del otoño) para hablar con Jose Ignacio Lapido. Y mucho más al escuchar “En otro tiempo, en otro lugar”, sin duda su disco más triste; una obra escéptica sobre el abandono, la soledad, la pérdida y la imposibilidad del amor. Una colección de cuentos sobre perdedores que ahonda en esa vieja idea lapidiana (si se me acepta el neologismo) de que todo puede ir a peor y que hay que mirar al porvenir con una mueca que parezca, levemente, una sonrisa. “Pienso que desde la absoluta felicidad –si es que tal cosa existe- no se pueden escribir grandes canciones. A mí, la alegría, el optimismo o el desenfado no me provocan la necesidad de plasmarlos en una canción, en primer lugar porque son mayormente sentimientos ajenos a mí y, segundo, porque es una horterada. Lo repito: intento aullar mis lamentos con cierto sentido del humor”.

"El rock es una cuestión de actitud no de pedales de distorsión"

Tras dar un paso decisivo en su carrera, cerrar 091 y pasarse a cantar sus propias canciones (“Todavía no he llegado al nivel de Eric Burdon y de Howlin´ Wolf, pero estoy intentándolo. Supongo que cantar uno mismo sus propias canciones le da un plus de autenticidad a la canción, pero si una canción es buena sobrevive a cualquier cantante”) el granadino ha afrontado ahora otro reto. Motivado por la vergonzosa situación del negocio musical en este país acomplejado y cainista, Lapido ha creado Pentatonia Records, un sello nacido para poder editar sus nuevas canciones y con el que no tiene intención de ir mucho más lejos (“No, por favor. El sello es sólo para mí que soy un asceta y me conformo con muy poco”). Un hecho, la autoedición (Antonio Arias, Kiko Veneno o Quique González también ha recurrido a ella) que parece la única manera de que algunos de los mejores escritores de canciones del país puedan sacar discos. “No sé en el de otros, pero en mi caso la autoedición ha sido la única vía que tenía para sacar mi disco: no encontré respuestas positivas cuando ofrecí mis canciones a algunas compañías. Ha sido un paso complicado y harto laborioso pero no podía dejar que mis canciones se pudrieran; las aprecio demasiado. A veces hay que quejarse menos y ponerse a trabajar ¡aunque sea por uno mismo! A Antonio (Arias) le pasó algo parecido, su último disco lo sacó con su sello y según me dijo no le había ido mal del todo. En cuanto a lo de la transformación del ‘negocio musical’ me permitirás que no me extienda demasiado. Cada vez que hablo del ‘negocio musical’ me salen eccemas en la piel. Es algo psicosomático. Yo soy un exilado del show business, aunque a veces hago incursiones en su territorio a la manera de los partisanos. Este disco es una muestra de ello”. “En otro tiempo, en otro lugar” es un disco que abunda en medios tiempos, en baladas (entres las mejores la muy folk “Escrito en la ley”, “En otro tiempo, en otro lugar”, el estupendo piano de “Agridulce” y, sobre todo, “Rincones secretos”, quizá la mejor canción del disco). Arropado por una banda estable con la que lleva más de tres años (“Toda mi vida he sido miembro de una banda; el hecho de tocar habitualmente con los mismos músicos me da seguridad”) Lapido suena seguro, reflexivo y apunta, quizá, a un giro definitivo hacia el rock acústico, hacia la madurez definitiva como cantante (es obvio que, disco tras disco, canta mejor) y hacia la serenidad como compositor. ¿El descanso del guerrero? “Mi tendencia natural es intentar reunir en un álbum las mejores canciones que he compuesto en un determinado periodo de tiempo, y eso es lo que he hecho. Ya, que esas canciones sean más tranquilas o más aceleradas me preocupa menos. Es verdad que en el disco hay mayor número de medios tiempos y canciones lentas que en otros anteriores, pero no creo que eso signifique en modo alguno una ‘huída del rock’. Ya lo he dicho o tras veces: cuanto más viejo soy, más me gusta el rock´n´roll, pero, amigo mío, el rock es una cuestión de actitud no de pedales de distorsión. Yo quería que las canciones sonaran lo más naturales posible. Teniendo en cuenta que el proceso de grabación es un proceso artificial, he intentado que mi música suene sin muchos artificios ni demasiados trucos de estudio”. Recientemente, al paso de sus respectivas giras por Granada, dos de las figuras del mainstream más respetable (Quique González y Amaral) requirieron la presencia de Jose Ignacio en sus conciertos. Reivindicación, sin duda, tardía, pero necesaria, quizá sea ya el momento definitivo de rescatar un nombre y una figura decisiva en la escritura del rock en español. “Quique me llamó para hacer una canción juntos en su concierto, pero yo ya me había comprometido con otra banda de Granada que tocaba ese mismo día y no pudo ser. Ya coincidiremos en algún sitio y tocaremos una copla juntos, eso seguro. Con Amaral he tocado un par de veces, en Madrid y en Granada. Me llamaron porque ellos habían hecho una versión de ‘La noche que la luna salió tarde’ de los Cero en el disco homenaje que salió hace un par de años. Para mí fue un placer interpretarla con Eva que tiene una voz increíble. Yo me alegro de que gente así esté triunfando comercialmente. Tanto Amaral como Quique González se han pateado mil y un garitos de mala muerte antes de llegar a este momento dulce”.

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