El pequeño aeropuerto de Asturias parece un buen lugar para reflexionar. Su escaso tráfico y los retardos ayudan. Pedro Vigil pasa algún tiempo en él. No tiene rancho con McDonald´s privado, no consume tortillas de huevos de cóndor, ni se desplaza en zeppelin por el desierto de Gobi. Simplemente vuela en Iberia, colecciona guitarras, posee un ácido sentido del humor y hace música instrumental “como de banda sonora de los sesenta”. Se ha pasado dos años y medio para grabar siete canciones instrumentales, lo que, de no ser por Edwin Moses, sería un exiguo bagaje. En cualquier caso, ¿qué significa la escasez de material cuando alguien se atreve en veintiún minutos con soul, brasil, jazz, lounge, funk, pop, exótica, bandas sonoras y música sinfónica? ¿Cuando ese alguien teje arreglos orquestales de oído y se comunica con los músicos silbándoles la frase que quiere que ejecuten? ¿Cuando hace catorce años, con diecisiete, su mano corría sin rumbo por el mástil de una guitarra barata en el “Francine” de Penelope Trip y parecía que sólo existiese la Velvet? Entonces era la ciudad de las golosinas y ahora es la bahía del Panda. Las cosas han cambiado bastante, aunque siempre hay algo que subyace, algo que sobrevive al progreso. “Mi máxima influencia musical es el pop. Lo es ahora y lo ha sido siempre. No solamente no reniego de la música popular, sino que la reivindico siempre que puedo, ya que entre otras cosas ha sentado las bases de mis fundamentos musicales actuales”.
| "La notoriedad de mi primer disco fue mucho mayor a nivel internacional que nacional, desde el número de entrevistas hasta el de ventas" |
Lo que ocurre es que ese pop del que habla el Vigil de 2004 ya no es el de las salas de conciertos, sino el que se puede escuchar en una terraza al borde de una piscina, o en un puente aéreo, como fondo musical. “Mis descubrimientos, más que grupos actuales, son cosas como Judee Sill, Thom Bell, Lennie Hibbert, James Conwell o la música tradicional hawaiana y taiwanesa... Muchos de mis discos favoritos están en las estanterías de Luis Lapuente y de José A. Castillo, dos coleccionistas de prestigio y además amigos. Cada vez me canso más pronto en una tienda de discos. El cincuenta por ciento de la música que escucho ahora es country rock y bluegrass, estilos a priori difíciles de encajar con la música que se supone que hacen tanto Edwin Moses como Vigil. Aunque estoy seguro de que algo se notará en los siguientes discos. De todas formas, sigo pensando que el northern soul de la primera mitad de los setenta es el estilo definitivo, en cuestión de arreglos, melodías, intérpretes y sonido”. No es extraño, aunque sí algo triste, que el indie no haya sabido muy bien qué hacer con el eclecticismo de Vigil. Sólo Siesta, en realidad la inspiradora en la sombra del proyecto -Pedro le concede un generoso cincuenta por ciento de responsabilidad-, jugó en casa desde el primer momento y consiguió incluso compensar el desencanto inicial del músico. “La acogida de ´Música para hacer la digestión´ me pareció un poco fría. Era mi primer disco, había quedado bastante satisfecho con él, y era una propuesta como mínimo reseñable, así que la escasa repercusión que tuvo a nivel mediático hizo que me llevara un gran chasco. El lado positivo fue que por primera vez tuve la sensación de que, por lo que fuera, la notoriedad era mucho mayor a nivel internacional que nacional, desde el número de entrevistas hasta el de ventas. También noté que en Siesta estaban muy satisfechos conmigo, y desde siempre me han brindado un apoyo incondicional que no olvidaré nunca. A partir de ahí, he seguido haciendo mi música, pero sin esperar gran cosa a nivel nacional, y curiosamente ha sido cuando me he sentido más gratificado. Mis discos tal vez no lleguen nunca a ser superventas, pero el hecho de viajar y verlos en Taiwan, Francia, México, Hong-Kong, Inglaterra o Estados Unidos, y saber que tengo unos cuantos fans repartidos por todo el planeta me suena extraño, pero le da un sentido a todo esto”. Y propicia situaciones como la de que un grupo taiwanés (de los que venden sobre las cinco mil copias) pidiese a Vigil como productor de su nuevo disco. “Una marcianada”, en palabras del asturiano, que sí ha producido recientemente, en cambio, el “Divina lluz” de Mus y afirma encontrarse en una encrucijada que anticipa el cierre de “China Soul”, “¿El fin de Vigil?”. “Va entre interrogantes, con lo que ni yo mismo sabría decirte ahora si ha sido el fin de Vigil. Yo no lo creo, pero lo que sí me parece es que puede ser un punto de inflexión en mi carrera, porque me gustaría evolucionar un poco la propuesta, aunque aún no he decidido cómo. Lo que sí tengo claro es que el siguiente objetivo de Vigil tendría que ser el realizar un score para una película comercial. Es algo para lo que ya estoy trabajando, porque tanto a nivel creativo como de dinámica de composición es algo nuevo y muy atractivo para mí. No querría estancarme”.
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