Winter In July

Todos hemos soñado alguna vez, con hacer un viaje a un lugar muy lejano y exótico. Pero no como lujo veraniego con una pulsera en la muñeca que nos diese acceso a todo. Más bien lo hemos imaginado como una escapada vital. Irte a un lugar lejano en el que nadie te reconozca y buscar un sitio en el que no debas dar explicaciones. De entrada suena muy bien, sin embargo no todos son (somos) tan valientes. Pero quienes lo son, acaban viviendo experiencias enriquecedoras que ayudan a madurar como personas y no para colgar fotografías en Instagram. ¿Por qué se planteo Marta Terrasa, autora de este “Winter In July” y colaboradora en diversos medios –entre ellos este–, protagonizar un viaje de esas características? Pues por amor a una persona y porque, una vez que vio que la oportunidad de viajar a Australia era real, no estaba dispuesta a pasar el resto de sus días preguntándose la razón por la que no se atrevió a dar el paso.

“Winter In July”, que funciona combinando partes de diario de viajes, ensayo periodístico y cierta exposición emocional de un momento tan intenso, no nos ofrece solamente el esperado carrusel de aventuras en tierras lejanas, sino también el antes y el después de ese viaje en furgoneta con la tabla de surf preparada para cuando la ocasión permitiese meterse en el mar. Es un libro en el que Terrasa se plantea preguntas que acabarán encontrando su respuesta.

En el preludio a coger ese avión que la llevaría a la otra punta del mundo, un momento clave; las escaleras de la Fira de Montjuic en un Sonar y las dudas latentes: “¿Qué hago aquí cuando podría estar rodeada de animales exóticos?”. La fauna existente en Australia es un aliciente, aunque no el principal, si bien sirve para rememorar anécdotas, sustos y algunas risas. Risas que se combinan e incluso entrelazan con algún que otro lloro. Porque, a pesar de lo excitante de una empresa así, Marta Terrasa nos explica tanto lo bueno como lo malo. Australia no deja de ser un país aparentemente joven que todavía está en proceso de aceptar su identidad, y para quien llega allí la meta es adaptarse. A sus costumbres, a un idioma que a veces se parece bien poco al inglés, a un paisaje hermoso y bucólico que evoca vacio y soledad.

La voz de Terrasa en este libro es amplia, directa y sincera, una crónica a dos años de vivencias salvajes sorteando olas gigantes y sobreviviendo como solamente pueden hacerlo aquellos que hacen de la sonrisa y el optimismo su modus vivendi.