Nuestra memoria no funciona como un relato. No existe un inicio-nudo-desenlace de nuestros recuerdos ni estos funcionan de forma lineal. Si escribiese tal y como funciona mi cabeza podría estar recordando, ahora mismo, una tarde de niño en la que me raspé las rodillas con la arena; un instante después recordaría la vez que toqué por primera vez con la que sería mi banda; en un momento, sin quererlo, me puede invadir el agobio al repasar lo que me he dejado pendiente del trabajo; o volver a vivir en las piernas y las tripas los largos siete minutos que tuve que esperar al taxi en casa mientras mi hijo, a media hora de allí, iba a nacer de un momento a otro. Cada uno de los recuerdos se interrumpe, salta, se mezcla con el siguiente y parece funcionar por sí solo. Así parece concebir también la escritura Penelope Lively en "Moon Tiger" (Impedimenta, 2025), como una espiral que va, vuelve, regresa. De Inglaterra a Egipto, de Egipto a Estados Unidos, de vuelta a casa y vuelta otra vez por todo el siglo XX.
La narradora de esta novela tiene el deseo de escribir una historia universal, aunque esa historia no se escriba con H mayúscula. Pese a su formación como historiadora, o tal vez justo por eso, Lively desconfía de la autoridad de los libros de texto, de la academia, del entretenimiento vacío de las películas bélicas que solo entretienen, mostrar un horror y se encienden las luces de la sala. Todos podemos conocer nombres como Napoleón, Hitler, Darwin. Pertenecen a esa Historia que todos conocemos, pero pueden no significar nada para nosotros.
Lively crea un personaje llamado Claudia Hampton y lo introduce en su historia para que no nos fijemos en los grandes hitos del siglo, sino en cómo una persona como ella, o como tú, podía sentirse al pasar hambre, correr por una trinchera, hacer un gran descubrimiento o estar durante años esperando a alguien desaparecido.
La escritora demuestra que se lo pasa bien armando su escenario y no esconde al lector los engranajes. Es más, pone las cartas sobre la mesa: «Ya se han repartido los papeles, el argumento está tomando cuerpo: mi madre, Gordon, Sylvia, Jasper y Lisa. Mi madre no tardará en desaparecer, se retirará con elegancia sin hacer mucho ruido en 1962 a causa de una enfermedad. Otros que aún no he nombrado harán su aparición y saldrán de escena. Unos más que otros; uno en especial».
Un poco después señala: «Solo cuando miramos atrás entendemos las causas y los efectos». Y es que parece que Penelope Lively, o su personaje —altiva, poco simpática, vanidosa y egocéntrica—, en ocasiones puede parecer una heroína mostrando su independencia frente a sus amantes, su aplomo abriéndose camino en un mundo reservado para los hombres; pero en otras, esas mismas características le hacen distanciarse de su familia, en especial de su hija, y reconoce no sentirse a la altura de las circunstancias. Mediante la escritura del mundo quiere reescribir su propia vida. De hecho, en ocasiones repite párrafos con lo que pasó de verdad, lo que podría haber pasado y, para acabar, lo que le gustaría que hubiese pasado.
No sé si en su versión original —"Moon Tiger" ganó el premio Booker en 1987— hacían esa distinción imposible en castellano, pero puede que esa Historia (History) universal que Penelope pretendía escribir, sin éxito, se convirtiese en una gran historia (story), un relato sobre la juventud, sobre el amor, sobre la pérdida, la vejez y la soledad, que sí que nos habla de todos.

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