El último libro que se ha publicado hasta la fecha de Michel Houellebecq se titula “Unos meses de mi vida” y apareció en español en el verano de 2023. Ignoro cuántos lectores tuvo, pero no sería raro que fueran muchos millares. Houellebecq es, sin duda, el escritor más famoso de la literatura francesa contemporánea y, sin duda, uno de los más mediáticos del continente europeo. Desde su debut en la narrativa, con “Ampliación del campo de batalla” (1994), en la que analizaba la influencia de la ética neoliberal en las relaciones amorosas en los albores de un nuevo milenio, cada uno de sus libros ha sido por derecho propio un auténtico acontecimiento.
Pero aquello no era una obra literaria, sino un librito autobiográfico que se ocupaba de las dos últimas polémicas de un autor que siempre ha destacado como un gran provocador. La primera se reducía a unas declaraciones sobre la población francesa de credo musulmán, en el curso de la conversación con el filósofo Michel Onfray, que él consideraba que se habían malinterpretado. Los choques de Houellebecq con el Islam han sido frecuentes, y visibles en su obra, donde van del atentado islamista con el que concluía “Plataforma” a “Sumisión”, una maliciosa inversión de “Un mundo feliz” de Huxley, en la que la hedonista y decadente Francia del presente optaba por una conversión masiva.
Mucho más alucinante es el segundo incidente. Houellebecq es contactado por un dudoso artista visual que pretende convencerlo para que participe en una performance, por la cual debería acostarse con una supuesta admiradora de su obra ante su cámara. Es decir, transformar al literato ya sesentón en un émulo de Kim Kardashian o Paris Hilton con una sex tape. Toda la descripción de cómo logra embaucarlo para que acepte, y los hechos que suceden a continuación, son narrados por el escritor francés con una mezcla de amoralidad, inocencia delirante y franqueza tan increíble que uno no sabe si nos está hablando el auténtico Houellebecq o la desopilante versión de sí mismo que daba en la película “El secuestro de Michel Houellebecq” (2014). “Unos meses de mi vida” no tiene el menor interés literario, pero el autorretrato implícito de su autor es de los que no se olvidan.
Así que, cuando uno comienza a leer este, por otro lado, muy curioso ensayo de José Carlos Rodrigo Breto sobre la obra del Houellebecq, y se encuentra ante su tesis principal -que el francés es poco menos que el último humanista, el cierre de una de las corrientes más poderosas de la cultura occidental, iniciada por el mismo Dante-, el lector se permite un cierto escepticismo. Si Houllebecq es el último humanista, es que de la humanidad ya queda más bien poca cosa (una idea con la que él, muy probablemente, estaría de acuerdo). Como sí podemos ver a Houllebecq como un adelantado, casi un profeta, de la ola neoconservadora que de manera inexorable se extiende por el continente europeo.
Houellebecq ha sido, desde el principio de su carrera, un claro detractor del rumbo que ha tomado nuestro tecnificado y burocrático mundo; y sus protagonistas son a menudo individuos-símbolo de una sociedad que, a su juicio, sufre un lento colapso, una penosa decadencia. De hecho, en sus últimas novelas, cada vez más, parece mirar con nostalgia al pasado. En “Serotonina” el atribulado Florent descubre que el motivo último de su fracaso vital es haber desperdiciado las oportunidades que le deparó el destino de experimentar el amor por otro ser humano. El amor se erige en el sentido final de la existencia, una conclusión sorprendentemente romántica en una novela de un escritor acusado de forma habitual de nihilista y misántropo. Mientras que, en “Aniquilación”, es aún más explícito y termina con un canto a la relación de pareja clásica y heterosexual, y un ataque feroz a la eutanasia, un derecho que se va instalando en las legislaciones de muchísimos países, entre ellos el nuestro.
No obstante, aunque no nos convenza su tesis central, el libro de José Carlos Rodrigo Breto tiene muchas virtudes. Para empezar, está escrito con una intensidad y un entusiasmo encomiables. No cabe duda de que su autor no sólo conoce profundamente la obra de Houellebecq, sino que también la admira muchísimo., y esto se transmite a quien lo lee. Esta lleno de ideas atinadas, como que los protagonistas houellebecquianos son descendientes literarios del Meursault de “El extranjero” de Albert Camus (a ellos también se les suele morir la madre, o el padre, en el transcurso de las páginas). Y, además, lo que es más importante, nos recuerda por qué “Las partículas elementales”, “Plataforma” y “El mapa y el territorio” son unas obras tan impactantes y poderosas. Y cuando elogia novelas por las que no sentimos tanto aprecio, o nos parecen directamente fallidas, como “La posibilidad de una isla” o la propia “Aniquilación” nos persuade para que les concedamos otra oportunidad.
Lo siento, debes estar conectado para publicar un comentario.