Entre la avalancha de lecturas con temática musical que estamos viviendo de un tiempo a esta parte –hay quien habla ya de burbuja en la literatura pop- no es habitual encontrar libros escritos desde el punto de vista de un fan. Supongo que el fenómeno fan fue precisamente lo que en algún momento de nuestras vidas nos empujó a convertirnos en plumillas más o menos profesionales, pero prácticamente todos los que hemos hecho de esa afición una tarea rutinaria hemos ido abandonando la pasión para centrarnos en el análisis, el rigor y cierta vocación didáctica; no siempre se consigue pero cuanto menos se intenta. No se trata de que el fulgor se haya batido definitivamente en retirada, porque esa sensación, la capacidad de enamorarte de un disco o de una canción sigue agarrándote del cuello cuando menos te lo esperas, pero incluso entonces ciertas mecánicas del “oficio” bloquean la escritura en primera persona. Renunciamos, deliberadamente o no, a enfrentar las canciones con nuestras experiencias personales y ponerlo ahí, a disposición del lector que, (suponemos) tan solo espera de nosotros un veredicto. Y cuando alguien en el el gremio se salta la norma sagrada, los demás enseguida corremos a poner orden al grito de “¡Exhibicionista!”.
Así son las cosas.
“Menta y agua. Historias de La Buena Vida” parte exactamente desde el punto de vista contrario, dejando claro desde la primera página de las 150 que componen el libro que su razón de ser no es aportar información sobre el grupo o plantear estudios sociológicos a partir de sus canciones y el contexto en el que vieron la luz. No. La mayor parte de los participantes en este libro ya escribieron largo y tendido sobre La Buena Vida en fanzines y páginas webs que celebraban la existencia de la banda hace 10, 15 y 20 años. Algunos de ellos lo saben todo sobre Mikel, Javi, Borja, Raúl, Irantzu, Pedro y José Luis y lo pusieron negro sobre blanco cuando el grupo todavía existía, mucho antes de que Irantzu anunciara su retirada y Pedro nos dejara en un accidente de tráfico un fatídico día de 2011.
¿Cuáles son pues esas historias de La Buena Vida? Las suyas propias, las de un grupo de enamorados del grupo que durante muchos años han sentido como sus canciones les cantaban directamente a ellos. Para algunos La Buena Vida ha sido la puerta de entrada al maravilloso mundo del pop, para otros la banda sonora de sus fracasos sentimentales y para casi todos un pedacito de vida a la que siempre podrán volver con el simple acto de apretar el botón de play.
Reconozco que tiene algo de mezquino calificar un libro como “Menta y agua” levantado con todo el amor y el respeto que alguien puede tener por una colección de canciones y por los autores de las mismas. Es injusto. Aquí hay textos que tal vez no sean especialmente brillantes y confesiones obscenas que, en propiedad, poco tienen que ver con la banda donostiarra y mucho con la biografía de quien las cuenta. Pero muy por encima de todo eso, lo que te vas a encontrar aquí es sentimiento, muchísimo sentimiento, coronado por una preciosa carta de despedida que Rosa Martí, quien fuera pareja de Pedro, le dedica al bajista eterno de La Buena Vida que nunca nos escatimó una sonrisa.

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