Quizá la habilidad de esta generación postmodernista es recibir mierda para devolverla con efecto. En eso, poco a poco, estamos comenzando a ser unos expertos. Por eso, cuando alguien siente que las cosas en las que cree le vienen siendo repetidamente esquivas, nada tiene que temer más allá de lo razonable, porque eso, con toda probabilidad, es señal de que se hace lo correcto. Tan solo queda llevar con la mayor dignidad posible esos sinsabores que se incrustan en la garganta y que nos impiden gritar. A partir de aquí, cada uno le dedica las palabras que crea más adecuadas a su autobiografía.
Esto, y muchas cosas más, es lo que puede estar ocurriendo en el universo de Amaia Santana (Haikus Imposibles) para traernos Les Mamarraches (Allanamiento de Mirada); un manuscrito de casi doscientas páginas en el que muchos nos vemos identificados inmediatamente. Dentro de una aparente fantasía y ciencia ficción, se esconde un cúmulo de situaciones surrealistas que conforma la estructura de nuestro día a día y que, al mismo tiempo, termina por hartar al reparto anónimo de siete empobrecidos personajes. Estos “pequeños diablos” deciden tomarse la justicia verbal e intelectual por su mano dentro del escaso margen legal restante.
Solo a partir de una realidad tan cruda como la actual puede estallar una sátira llena de humor negro que no deja tribu urbana con vida. Comandados por Wendy Pelayo, nuestros amigos luchan por custodiar el hilo de vida de su dignidad pisoteada, lo único con cierto valor que queda al abrir la nevera. Porque, como rubrica Santana, “del ser humano se aprovecha todo, hasta las miserias”.
Al final de la lectura me pregunto, ¿y quiénes son/somos esos mamarraches? Cada lector puede sacar sus conclusiones pero, finalmente, no deja de ser una forma de denominar a una suerte de personas que representan nuestra antítesis y a quienes, vaya a usted a saber por qué, siempre parece sonreírles la suerte al final del día.
Y por terminar de acallar a esta banda de mamarraches, suena la música mientras debatimos si esto o lo otro va a terminar definitivamente por tumbarnos. Entre párrafos van desfilando, antes o después, Kinks, Morricone, Eskorbuto, Zombies, Bowie (y muchos más), reunidos en un CD adjunto a modo de epílogo.
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