Tras haber alcanzado su cumbre personal con “La extraordinaria familia Telemacus”, Daryl Gregory retorna con una nueva muestra de su talento, sustentado en una gran habilidad para girar sobre sí mismo estilísticamente sin perder ni un gramo de su esencia personal. Esto es lo que sucede con “La reveladora”, híbrido de géneros dentro del cual la faceta gótica sureña aporta un tapizado de alta costura a su sutil surtido de formas a la hora de cuadrar terror y novela negra en una lectura donde el clímax permanente de tensión articula toda la maquinaria narrativa.
Ambientada, al principio, en los años treinta del siglo veinte, el ya premiado en su momento por Crawford Award al mejor libro de fantasía introduce un personaje-catalizador con el atractivo brutal de Stella, una niña de nueve años que, años después de su encuentro con una entidad misteriosa tiene que retornar, de mayor, a ese hogar del cual quedó aterrada en su infancia. Dicho regreso al origen de un suceso que marca una vida entera origina una yinkana de hechos empujados hacia el descubrimiento de un gran misterio por el cual hacer spoilers debería estar penado para siempre.
Escrita con un fluido estilo invisible, Gregory sabe jugar perfectamente con las dinámicas de la acción y la atmósfera. Su verdadera virtud no está en saber jugar con los significantes del género de terror psicológico, sino en hacernos creer que esto es una novela limitada a su clasificación temática, abriendo la puerta hacia una reflexión mucho más profunda, fraguada en pos de las consecuencias del retorno al pasado del cual se huye, pero que siempre está aguardando a la vuelta de la esquina para reaparecer con más fuerza que nunca.
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