La Playa Infinita

Después de haber obtenido dos grandes éxitos con "A cielo abierto" (Premio Biblioteca Breve 2017) y "La bibliotecaria de Auschwitz", de gran repercusión internacional, Antonio Iturbe regresa con una gran novela sobre Barcelona; aunque limita específicamente la acción en el barrio marinero de la Barceloneta.

Los protagonistas, Iturbe y su alter ego, González, están a la altura de los personajes creados por otros novelistas que también contribuyeron a que la ciudad condal se convirtiera en un referente literario: Ignacio Agustí (Los Rius), Mendoza (Onofre Bouvila) o Casavella (el Watusi), entre otros.

El canto a la Barceloneta que Iturbe nos propone, nos lleva a disfrutar de historias que transcurren desde la conquista romana de Barcino a la gran transformación sufrida por el barrio con motivo de los juegos olímpicos de 1992, pasando por el violento encuentro que tuvieron en la playa don Quijote de la Mancha y el Caballero de la Blanca Luna, la visita de Einstein a la Escuela del Mar en los años treinta y un sinfín de múltiples narraciones que nos retrotraen a la Barcelona de los años sesenta y setenta, cuando coexistían las barracas del Somorrostro, los chiringuitos de la Barceloneta y las tiendas libres de impuestos donde se alternaban pescadores, buscavidas y marineros de la Sexta Flota estadounidense. Tampoco faltan las tragedias ocasionadas por los estragos de la droga o los terribles sucesos que tuvieron lugar en 1977 cuando se ahogaron en la dársena del puerto varios marineros norteamericanos del portaaeronaves USS Guam y del USS Trenton.

Todo aquel que se adentre en las profundidades de “La playa infinita” conocerá las fantásticas historias de tritones y felpudos de plata, en las que se puede rastrear el realismo mágico importado de América Latina por Pere Calders, que posteriormente nos llegó en oleadas merced a los escritores del llamado boom hispanoamericano, que se establecieron en Barcelona durante los sesenta.

Una historia mágica y real del barrio marinero de una ciudad que hasta no hace mucho tiempo le había dado la espalda al mar y que, sin embargo, albergó la plaza del Torín, la primera plaza de toros de Barcelona. Una barriada que se ha transformado por completo, pero en la que siguen latentes muchas de las vivencias de quienes hollaron la desembocadura del Bogatell, las barracas derruidas al compás de la llegada de la modernidad o el ya desaparecido colegio Virgen del Mar. La oleada de visitantes provocada por el turismo de masas en apariencia ha cambiado la fisonomía del distrito; pero como muy bien recuerda Antonio Iturbe: “el barrio no ha muerto, ha mutado”.

En definitiva, una magnífica novela que va a perdurar en el tiempo como uno de los grandes homenajes a una época y una ciudad, Barcelona.