Relatado en forma de fábula, la autora alemana Christine Wunnicke nos regala uno de esos libros que, sin duda, acabará en las listas de lo mejor del año. No en vano, estamos ante un prodigio narrativo, consumado por medio de una fabulación sorprendente, en la que ficción y realidad se entrecruzan de forma tan imaginativa como delirante. El resultado es un relato cocinado a fuego lento para el que Wunnicke hace acopio de su destreza para, por otra parte, desarrollar un ritmo narrativo trepidante. Y lo hace por medio de su habilidad para encadenar frases cortas dentro de un encadenado general que suena a música celestial para los oídos.
En base a tan rítmica propuesta, brota una historia rabiosamente original, en la que el humor es la gasolina de un imaginario único, tallado en torno al Japón de la era Meiji. En este viaje, con el doctor Shimamura como epicentro argumental, somos arrastrados a un poblado donde las mujeres han sido poseídas por espíritus de zorros. Alrededor de tan sorprendente argumento, la narración expande sus ramas por vías que llegan hasta el encuentro de Shimamura con figuras tan icónicas de la psiquiatría como Freud, o Charcott, entre otros. Precisamente, en su naturalidad para hacer confluir personajes reales con inventados es donde la escritora alemana anuda sus poderes creativos. A través de estos, conforma un cuadro único que a Wunnicke le proporciona un marco ideal para congelarnos media sonrisa en la cara permanentemente. Y es que de las casi doscientas páginas que vertebran esta novela no hay ni una que no sea capaz de sorprendernos con el ingenio mordaz destilado por una escritora, definitivamente, tocada por la varita mágica de la unicidad.
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