El taller de los niños interiores

“El taller de los niños interiores” (SUMA, 25) es el título de la tercera novela de David Martínez Álvarez. Es la primera que publica habiéndose despedido ya de los escenarios, pero no por ello deja de estar ligada con el mundo de la música. En esta ocasión, y como ya ocurriera con “El acercamiento de la mujer cactus y el hombre globo” (SUMA, 23), está inspirada en uno de sus propios temas, en concreto en “A mi yo de ayer” de su tercer larga duración.

Resumiendo a grosso modo la novela se podría decir que “El taller de los niños interiores” es su “Love Actually” particular. Nos encontramos con cinco historias que, al inicio, lo único que tienen en común es tener como localización inicial Madrid, y página a página van pasando de ser historias paralelas, a secantes hasta convertirse en coincidentes.

Historias que van cargadas de emoción y de traumas. Porque aquí no queda una herida sin tocar y, casi bien, nadie sin representar. Encarnadas en Tirso, Mérida, Coral, Guzmán y Ovidio, las vivencias de estos personajes seguro que logran conectar en algún punto con cada uno de sus lectores, ya sea a través de la herida del abandono, de la traición, del rechazo, de la humillación o de la injusticia. Unas heridas que nos podemos permitir vivir de forma única ya que, como el propio autor confirmó, se pueden recorrer de forma independiente, leyendo sólo los capítulos en los que se encuentra dicho personaje. Sin dudas, esto le da a la novela un valor añadido, haciendo que, una vez la tengas acabada, te den ganas de revivir aquella que más te ha curado (o herido).

“El taller de los niños interiores” nos obliga de algún modo a conectar con nuestros traumas de la infancia a través de estas cinco historias y, quizá para algunos, sirva de terapia curativa. De ahí la importancia de que haya un personaje ancla como es Guada (la psicóloga) que es la que logra desenredar los nudos de cada uno de ellos haciendo o diciendo justo lo que necesitan. Es un libro creado desde muchos lugares emocionales que se dividen en cada uno de los personajes - tanto principales como secundarios - y convergen al puro estilo “Inside Out”.

Es cierto que esta temática tan sentimental y terapéutica poco tiene que ver con la historia de amor de su primera novela o el espíritu reivindicativo de la segunda, aunque contenga trazas de las dos. Pero lo que mantiene es esa esencia que, al igual que pasa con su música, te hacen saber desde la primera página quién es su autor.

Lo que no nos sorprende leyendo lo nuevo de David es la humanidad que transmiten sus personajes. No sorprendería a nadie encontrarnos al trajeado Guzmán caminando por la Castellana, a Tirso firmando libros por Sant Jordi o encontrándonos en nuestra primera sesión de terapia con la mismísima Guada. Es algo que parece muy sencillo pero que para lograrlo, el autor se ha tenido que abrir en canal más que nunca para traspasar algunos de sus miedos a las letras. Aunque lo que más alejado de la realidad se nos queda es esa sesión de terapia final que, aunque esté justificada dentro de sus páginas, es lo suficientemente descabellado para que veamos la línea entre la realidad y la ficción.

En definitiva, para leer “El taller de los niños interiores” hay que estar preparado para enfrentarse a aquellos traumas que, aunque se encuentren escondidos y sepultados, seguramente salgan a la luz. Es una novela en la que se pasan por multitud de emociones, pero si te dejas llevar, puede que te aporte más que una simple lectura.

Bonus track para lectores acérrimos: hay un personaje que emocionará a los que hayan seguido las obras literarias del alcalaíno. Porque, sí, él sigue expandiendo su propio universo literario, una especie de UCM, en la que conviven sus tres novelas y en la que sus personajes siguen evolucionando, algo que provocará más de una sonrisa.