Drugstore Cowboy

Después de esperar casi tres décadas a que un alma samaritana publicara en castellano esta novela de culto de James Fogle, han tenido que ser los de siempre –o sea, Sajalín editores-, los que nos regalen esta edición tan necesaria como lo puede ser cualquier novela de Edward Bunker; sin duda, uno de los más gratos “descubrimientos” que Sajalín nos trajo en su momento. Pero, para hallazgo, el que nos viene a cuento el día de hoy, porque cuando un libro hace que una película como “Drugstore Cowboy” se desplome ante la comparación con su fuente de inspiración, no hay más que decir. O sí, que estamos ante una de las novelas canónicas de la literatura de fregadero, donde el alma humana está emponzoñada por las cicatrices de la adicción sin cortapisas, al límite, como el angustioso cóctel de medicamentos mezclados para el chute de celebración tras uno de sus habituales atracos farmacéuticos. Aunque lo mejor de la relación de hechos aquí expuestos es que te hagan olvidar que estamos ante un trozo de vida de su autor, James Fogle, cuyo relato va más allá de la autobiografía para transcender como símbolo de lo que significa una vida al margen. Así es desde la frase que inaugura el libro y en la que expresa el deseo de robar una farmacia. Desde este anuncio entre luces de neón, los capítulos se enganchan unos a otros como escenas de un teatro del horror, donde la frialdad expuesta en cada atraco, chute o spoiler –incluso para los que vieron su adaptación cinematográfica-, genera un estado inmersivo de empatía hacia una serie de personajes tan desastrados que resulta imposible no contemplarlos con el miedo constante a lo que puedan sufrir.

Escrita desde las rejas, en las que se pasó media vida, Fogle nos obliga a replantearnos ciertas cuestiones, como la verdadera función de reformatorios, a los que él describe como “escuelas de ladrones”, y penitenciarías siempre esperando a sus huéspedes habituales. Esta y otras tantas reflexiones subyacentes hacen de este relato un tratado sin comparación sobre lo que significa plasmar sobre el papel una vida olvidada por la sociedad. De todas a todas, una novela digna de veneración.