Curtida en la ortodoxia dickensiana, la reciente ganadora del premio Pulitzer Barbara Kingsolver por “Demon Copperhead” hace de esta novela la versión contemporánea de “Oliver Twist”, ni más ni menos. Todo un derroche de fluidez narrativa e ingenio a prueba de bombas a partir de los que la escritora de Maryland se empapa de la inspiración que le proporcionó en su momento la lectura de “David Copperfield”, obra magna de, cómo no, Charles Dickens. Las conexiones están ahí, latentes.
Hilar toda una metodología de escritura en torno a una influencia tan reconocible podría ser una rémora para cualquier atrevido que acepte tal desafío con las comparaciones odiosas. Sin embargo, para Kingsolver es todo un cara a cara que ella sabe desviar en su beneficio propio. Y todo, gracias a su recontextualización geográfica de nuestro personaje central, curtido en los suburbios rurales de los Apalaches, en Estados Unidos.
Dicha apuesta por este cambio de entorno no es más que una de las herramientas utilizadas para conferir de personalidad propia a un personaje como Demon Copperhead, cuya sucesión de desventuras dan para casi setecientas páginas en las que tragedia y humor se funden en una continua carcajada llena de lágrimas. No en vamos, estamos ante de una de las demostraciones más intensas de ritmo narrativo que hemos podido disfrutar en estos últimos años. Todo un tour de force en el cual Copperhead va saltando de desgracia en desgracia como si de un Houdini se tratara.
Lo del protagonista central de este novelón es una actuación de escapismo en toda regla. De su horrible padrastro a su amigo Maggot, asistimos a un carrusel de personajes encantadores o detestables, a partir de los que se va fraguando lo que podemos entender como una de las odas más descarnadas que se hayan escrito jamás en torno a la supervivencia.
Lo dicho, un clásico instantáneo que aúpa a Kingsolver como lo que ya era antes de publicar esta, su Everest literario, ni más ni menos. La obra maestra de una de las voces más poderosas de literatura contemporánea.
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