En el prólogo de “Conocerlo es amarlo”, el crítico y estudioso de la viñeta Alvaro Pons elogia a todos aquellos que fueron responsables de Cairo, una revista que algunos recordarán con cariño y otros ni siquiera estarán familiarizados con su nombre, puesto que hablamos de un pasado que queda ya décadas atrás. Pons concluye su breve texto dándonos la clave de la importancia de estas ciento cincuenta páginas, atribuyéndole el que, cuatro años después de llevarse a cabo, estas entrevistas sean reveladoras como fuente de información de infinito valor sobre aquellos días.
Porque “Conocerlo es amarlo” recoge entrevistas que la propia Victoria Bermejo llevó a cabo entre mayo de 1983 y octubre de 1984. Todas ellas aparecieron en la sección que, llevando ese nombre, se incluía en cada número de la publicación vanguardista de cómic Cairo. Cairo fue una de esas cabeceras que todos aquellos que conocieron en su momento siguen guardando en un lugar de su corazón. Gracias a aquellas páginas conocimos a algunos grandes del cómic tanto de aquí como de allí, combinando la línea clara franco-belga con el underground patrio en una fórmula extraña, pero que funcionaba.
En total son trece –o doce más una– las entrevistas recogidas en este libro. Por sus páginas pasan Montesol, Daniel Torres, Sento, Gallardo o incluso el mismísimo Coll. Son entrevistas breves, de unas pocas páginas, que casi funcionan como un perfil, pero cada una de ellas adecuada a quien tenía delante Bermejo como interlocutor.
Eran otros tiempos y quizás ahora solamente sea un ejercicio de nostalgia reivindicar aquella revista, pero también es cierto que debemos recordar a quienes estuvieron antes y a aquellos que lucharon con sudor y esfuerzo para abrir unas rendijas que más tarde se convirtieron en puertas para otros. Y todos estos autores y la cabecera que les reunió lo merecían. Y lo merecen.

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