Las historias que nos cuentan las estrellas del rock de los dorados años setenta, acaban por resultar una fotocopia. Todas ellas guardan lugares comunes como: la influencia de la British invasion con los Beatles y los Stones como bandera: el abuso del alcohol y las drogas, el sexo desenfrenado; los problemas con la ley, la lucha de egos; alguna estafa por parte de un representante o abogado... Todo lo que certeramente satirizó con maestría el falso documental de Rob Reiner “This is Spinal Tap”. Sin embargo, esta autobiografía del cantante y colíder de Aerosmith Steven Tyler, se diferencia de las demás por estar contada con una prosa tan alucinada e hiperactiva como su narrador, y por darle más valor a cómo se elaboraron las canciones que muchas otras.
Hablo de prosa alucinada porque Steven Tyler debió escupir ante la grabadora del escritor y fundador de la revista “Rolling Stone”, David Dalton, una historia que, pese a aspirar a guardar una linealidad cronológica en la forma, va saltando y nutriéndose de un montón de detalles nacidos de la pasión con la que Steven ha vivido en carne propia la música. Sus entregadas referencias a músicos como Taj Mahal, los Fleetwood Mac primigenios de Peter Green, los Yardbirds, Jimi Hendrix y, como no, los Rolling Stones, son soflamas que demuestran que, desde bien jovencito, tenía la certeza que él debía estar en el ajo y, una vez en él, no iba a perder la oportunidad para pasárselo en grande. Pero sin duda lo mejor de estas páginas es comprobar como esa misma pasión le inspiraba y empujaba a crecer como compositor y músico. Por supuesto que las drogas, las mujeres, las relaciones con el resto de la banda y todo lo que conlleva ser una estrella del rock en Estados Unidos, está ahí presente, pero la sensación es que la música en su vertiente más hedonista y salvaje siempre flota por encima de todo. Y eso es algo que no debería olvidársele a nadie.
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