No tengo ni puñetera idea de boxeo. Y no por cuestiones éticas: es que nunca me ha interesado. Lo reconozco. No sé si debería. Quizá. Y sin embargo, he disfrutado como un enano leyendo este libro. Teje historias cruzadas, se abastece de testimonios de excepción y recaba altura literaria. Soy consciente de que este deporte – como otros – puede ser una magnífica metáfora de la vida: Morrissey o Doctor Divago, por mencionar solo dos de los músicos a quienes sigo puntualmente, han recurrido a él en algunas de sus canciones. También Bunbury, uno de los entrevistados por el autor a lo largo de estas 286 páginas, que desentrañan la vida y milagros de Paulino Uzcudun, José Legrá, Poli Díaz, Pedro Carrasco, Perico Fernández o Míriam Gutiérrez, porque hasta el papel de la mujer aparece representado. Son 16 perfiles. Mitos del siglo XX, alguno del XXI, cuyo relato (muchas veces de primera mano) lo completan gente como José María García, José Luis Garci, Ray Loriga o Silvia Cruz Lapeña, entre muchos otros.
Se impone en ocasiones la clásica historia del juguete roto: el chico de extracción humilde que no sabe administrar su fama ni su ganancia. Pero también destaca el perfil opuesto, porque si hay algo de lo que es consciente el boxeo y su industria – así lo refleja el libro – es de la necesidad de desterrar estereotipos y la demanda de un tratamiento ecuánime por parte de unos medios de comunicación que casi siempre le dieron la espalda si no podían ligar su relato a lo sórdido, lo escabroso o lo infortunado. Ahí hay otra veta interesante, la del papel de los medios: recordemos que TVE y PRISA lo eliminaron de sus parrillas mientras mantenían los toros, controvertido debate cuyo eco llega hasta nuestros días. Un motivo más para recomendar este dedicado y minucioso tributo a un arte (con todas las comillas y salvedades que uno quiera o pueda ponerle) que ya vivió sus mejores días.
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