Nuevo proyecto en la escena local: Yunk. Es punk. Algo de noise, cerca del hardcore, con algún detalle indie, sin miedo a la psicodelia. Es punk. No sé si quedan más etiquetas que pueda utilizar para ponerme en evidencia. Así que no me hagas empezar con eso de las influencias; no me pidas una lista de nombres que sirvan de referencia. Mejor te lo explico así: casi hímnicos, con conciencia social, calado, apología de la melodía recubierta de distorsión y electricidad. O así: cautivadores en las partes vocales, contundentes en la instrumentación, dúctiles en las estructuras, siempre fibrosos, no le tienen miedo a los anexos, a la digresión, llámalo como lo llamé antes, psicodelia. Rozan lo épico, la poesía la esbozan, lo político es concreto, los estribillos se adhieren… Suenan frescos, erizados, efervescentes. Yunk. Pero supongo que sí: es punk.
El disco es de este año, por supuesto, y lo grabaron en Basauri, en el gaztetxe de Txarraska, de la mano de Ander Uribarri, aunque luego lo mandaron hasta Massachusetts para que lo masterizara Will Killinsgworth en Dead Air Studios, por donde no han pasado bandas de punk ni nada. El vinilo ha sido editado por el sello bretón Symphony of Destruction Records, aunque cuentan con una edición en casete a cargo de los alicantinos Polze de la Mort en colaboración con Andalucia Über Alles. Antes te decía que era un nuevo proyecto de la escena local, pues toma globalidad. Por terminar con la información, el arte gráfico del disco, sangriento y explícito, corre a cargo de Goldie Rock.
“Our Way” comienza la tétrada con mucha velocidad y rabia. No llega a los dos minutos y esa urgencia ya se instala en el espíritu. Es instantánea pero permea y, en mi oído, destaca el juego de voces, los pliegues, los diferentes planos por los que aparecen. En “Leave Me Alone”, las guitarras empiezan tirantes y la batería es terminante. La voz es más áspera, a tono con el mensaje. Cuando faltan menos de dos minutos, lo que antes llamaba psicodelia, la canción se desintegra, llega la inspiración evocadora y etérea que, sin embargo, solo antecede al estallido final, con el coro luminoso haciéndose hueco. “Unity!” comienza como reposada, azuzándose poco a poco en el redoble, deslizándose sobre la melodía. Les gustará a los indies más despeinados, a los que, yo qué sé, por ejemplo, les guste lo mismo Titus Andronicus que Fucked Up. “Housing Game” es como un domingo soleado, en el que la ciudad relumbra, los pájaros pían, todo es maravilla, pero, en el trasfondo, la vida muerde y escupe con ganas. Las guitarras arrancan al ralentí y la velocidad, que parece revelarse y rebelarse, va creciendo progresivamente. Hay un momento, perdóname, que me recuerdan casi a los Frank and Walters. La voz mastica las palabras y parece que salta sobre los platos de la batería. Si quieres que te diga la verdad, hasta se queda corta.
Esta, nos fijamos en las letras, habla, sin medias tintas pero desde cerca, del problema de la vivienda. Los coros descubren que el problema es colectivo. “Unity!” y “Our Way” se alejan de lo concreto para expresar posiciones políticas, sociales o ideológicas más generales y comprometidas. “Leave Me Alone”, por último, parece recoger el legado del movimiento riot grrrl y aquel “girls to the front” pero desde un ángulo distinto.
Será punk o lo que sea, pero es Yunk, eso seguro, y suena fresco, lo dije al principio, y tentador, lo digo ahora, para cerrar. El disco, homónimo, anuncia, de alguna manera, lo que nos promete el año que va empezar casi más que lo que nos ha traído el que estamos a punto de cerrar.
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