Folk-pop intimista suave y delicado, música de cámara al servicio de una voz superdotada que recuerda a cualquiera de las divas modernas merced a su variedad de registros líricos, desde Björk a PJ, de Tracyanne a Chan Marshall. Sonido adulto y profundo. El disco que regalarías a tu padre, ese tipo tan serio que va al teatro y lee libros, para hacerte el enrollado y que les contara a toda la familia el buen gusto que tiene su hijo, “un chico serio, mi hijo, mira lo que escucha, que clase”. Seis músicos: banjo, acordeón, contrabajo, piano, clarinete, guitarra y batería, claro… un festival. Música de alto nivel, elaborada y detallista, a veces tan elevada que incluso repele un poco, ¿demasiado carca, quizás? Nah, se pasa enseguida, sobre todo cuando uno escucha himnos como “Celebrate”, con esos coros de iglesia fundidos con acordeón, una canción que recuerda a un funeral búlgaro, con todo el mundo llorando y sonriendo a la vez, así de bonita; o “Daydream”, donde la voz del grupo, Nona Maria Invie, se regala, con unos timbres y unas notas de piano in crescendo que estremecen mientras hablan de soñar despierto. Soñemos pues.
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