Maarten Devoldere vuelve a escena, en este caso con su proyecto en solitario como Warhaus y al margen de Balthazar. Con el belga (y el que es ya cuarto disco del vocalista lejos de su proyecto principal) regresan también esos ambientes seductores y plagados de claroscuros que inundan cada uno de los planos que dan forma a las diez canciones que componen “Karaoke Moon”, lanzado tras títulos previos de interés como “We Fucked A Flame Into Being” (PIAS, 16) o “Warhaus” (PIAS, 17).
Un álbum seductor y de aires misteriosos, que se mueve entre indie-pop de aires soul y que en su misión bebe directamente de Leonard Cohen, Tom Waits, Serge Gainsbourg, Nick Cave, David Bowie o incluso Morphine. La nueva obra del de Kortrijk es también un disco de perfil ambicioso, tanto en el trabajo extendido tras su exquisito sonido (pretendidamente tintado con tonos negros y grises) como en la propia composición de las piezas, valientes y generosas en estructuras y duración.
Desde la inicial “Where The Names Are Real” –que podría haber venido firmada por Michael Kiwanuka– hasta otra destacada como es “Hands Of A Clock”, pasando por el single ochentero “No Surpise”, una “What Goes Up” que podría haber pertenecido a sus compatriotas dEUS. Una selección a la que añadir la cadencia cinematográfica de “Zero One Code”, los siete minutos de “Jim Morrison”, “I Want More”, o esa instrumental al piano (y al estilo de Yann Tiersen) que es “Jacky N.”
“Karaoke Moon” es un álbum que luce buen aspecto y que sugiere que Devoldere habría dado con ese perfil sonoro y artístico pretendía para la obra. El que apunta a crooner seductor y algo atormentado, tan taciturno como ilustrado, que transita entre unas canciones que evocan al romanticismo y la malaventura inherente a la vida nocturna. Un trabajo ponderado que, precisa y justamente, sitúa su tentador atractivo en torno a un equilibrio envuelto con pragmático halo de insinuación.
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