La globalización permite cosas como esta. Suena en el reproductor Olle Nyman e inmediatamente lo sitúas en algún lugar de la soleada California. Luego indagas un poco sobre el autor y resulta que es sueco, aunque cante como Ben Harper, haciendo uso como el de Pomona de tonalidades y matices blues, soul o country en un folk tan clásico, lento y sinuoso como hasta cierto punto obvio.
Si a eso lo añades que la discográfica es española y de reciente creación (apenas lleva un año y medio en este romántico y catastrófico negocio de editar discos) pues no puedes más que sorprenderte de que se den estas alianzas que a priori podrían resultar extrañas y a las que, por proximidad, les deseamos lo mejor. Por eso si Olle Nyman fuera capaz de llegar al mismo público que el mencionado Harper o acólitos tan famosos como Jack Johnson u otros menos mediáticos como Jason Mraz o John Mayer, nos llevaremos un alegrón. Sus canciones tienen capacidad para hacerse con ese seguidor que, en principio, puede resultar poco exigente a la hora de ofrecer a su reproductor canciones de patrones standard, porque con ellas ya son felices. ¿Para que rizar el rizo? ¿Para qué buscar una personalidad excluyente, si eso complica la estructura de las canciones?. Fácil, algo obvio y resultón, así suena Olle Nyman, pero no por ello menos eficaz y certero.
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