DON’T TAP THE GLASS
DiscosTyler The Creator

DON’T TAP THE GLASS

7 / 10
Daniel Grandes — 24-07-2025
Empresa — Columbia / Sony
Género — Rap

La primera canción del primer disco de Tyler —ambos titulados “Goblin” (11)— empezaba con una voz extremadamente grave que le aseguraba al rapero que no se preocupara, que nunca sería capaz de matar a alguien o suicidarse, que simplemente necesitaba a alguien con quien hablar, convirtiendo así la canción en una lúgubre sesión de terapia. La primera canción del último disco de Tyler hasta el momento, ‘CHROMAKOPIA (24), inauguraba el proyecto con una voz femenina asegurándole a nuestro protagonista que él es la luz, que ha tenido la suerte de recibir un don, que ni se le ocurra dejar que nadie se lo arrebate. La discografía del artista californiano parecía contenerse, como si de dos paréntesis se trataran, entre estas dos voces narradoras, subordinando así todo su arte a una especie de intención psicoanalítica. Cada nuevo alter ego de Tyler —cada nuevo proyecto— podía entenderse como una nueva oportunidad para entenderse a sí mismo, como un nuevo ejercicio de introspección estrechamente vinculado a la creación conceptual. Solo nueve meses después de su último LP, rompiendo así la regla de los dos años a la que no tenía acostumbrados, Tyler ha publicado sin previo aviso su ‘DON’T TAP THE GLASS’. Una voz, esta vez la suya propia, nos da la bienvenida mientras nos advierte de las únicas tres normas de este viaje: prohibido quedarse quieto, prohibido ponerse profundo y, sobre todo, prohibido tocar el cristal. No ha sonado ni una sola nota y ya tenemos claro que, en esta ocasión, el concepto del disco es que no hay concepto.

Después del tortuoso viaje interno que pudo suponer ‘CHROMAKOPIA’, no es de extrañar que Tyler se haya dejado encandilar por la posibilidad de adentrarse en la superficialidad hiperactiva de un proyecto como ‘DON’T TAP THE GLASS’, un experimento estrictamente musical entregado al movimiento muscular. No hay lugar para el melodrama cuando uno está jugando, no hay lugar para la ansiedad existencial cuando uno está creando. Dejando de lado cualquier intención narrativa, Tyler se quita un peso de encima y empieza a levitar como Big Poe, enemigo del “Zelda: Ocarina of Time” que da nombre al primer tema del LP. Revisitando el “Pass the Courvoisier” de Busta Rhymes —mejor obviemos que es una colaboración con P. Diddy— desde su energía siempre dispuesta a la saturación, Tyler da el pistoletazo de salida de su “They Shoot Horses, Don't They?” (69) particular: prohibido dejar de bailar, prohibido descansar, prohibido pensar demasiado.

En este sentido, la primera escucha de ‘DON’T TAP THE GLASS’ nos regala media hora de frenético hedonismo, una inyección de energía sin altibajos. Uno llega a preguntarse, inducido en esta despreocupada fiesta, qué pinta aquí un crítico musical, figura aguafiestas por naturaleza. ¿Tiene sentido sentarse frente a una pantalla de ordenador a defender que “Sugar On My Tongue” es uno de los mejor temas que Tyler haya producido jamás? ¿A alguien le importa que la violencia de “Stop Playing With Me” y sus desquiciadas metralletas me haya parecido uno de los mejores deliverys del californiano? ¿Para qué perder el tiempo argumentando que “Ring Ring Ring” vuelve a demostrar que Tyler también puede jugar a ser un productor delicado y elegante? ¿Tiene sentido escribir sobre ‘DON’T TAP THE GLASS’ si uno no puede bailar mientras escribe? Siento que si te fijas demasiado tiempo en las manos del mago es inevitable acabar descubriendo el truco de magia, así que quizás la mejor manera de disfrutar de lo nuevo de Tyler sea quedándose en la superficie, deslizarse sobre ella como si de un tobogán se tratara y, al llegar al final, subir corriendo las escaleras para volver a tirarse. Recordemos: está prohibido quedarse quieto.

En ‘Wolf’ (13), Tyler rescata una anécdota que vivió en el parque de atracciones Six Flags con unos fans que se acercaron a pedirle una foto, escena que acabó provocando que no pudiera subirse en Goliath, una de las montañas rusas del recinto. Que a nuestro rapero favorito eso de la fama se le hace un poco cuesta arriba no es ningún secreto, pero es curioso lo bien que escenifica Six Flags su compleja relación con ella. El crítico de arte catalán Juan Eduardo Cirlot dedicó un libro entero a analizar las ferias y los parques de atracciones, definiéndolas como espacios que mejoran la experiencia cultural del cine o el teatro. En una pantalla o un escenario uno tiene que observar a los personajes, mientras que en los parques de atracciones cualquiera puede convertirse en el protagonista de la acción. Lo que para muchos es la virtud de Six Flags, para Tyler se convierte en una condena. ¿Hay alguna manera de poder seguir disfrutando de las montañas rusas sin faltarle el respeto a mis fans? ¿Puedo seguir siendo el protagonista de mi día en el parque de atracciones sin ser el protagonista para el resto de visitantes? Este dilema que ha vertebrado gran parte de la discografía del artista —llegando a su punto álgido en la prodigiosa “Noid” (24)— parece concluir en ‘DON’T TAP THE GLASS’, un parque de atracciones sonoro donde el rapero está abiertamente dispuesto a la convivencia con el mundo. El propio título se convierte en una declaración de intenciones al respecto: yo seré vuestro protagonista, yo bailaré junto a vosotros, vamos a montarnos juntos en Goliath; pero por favor, por lo que más queráis, no toquéis el cristal que nos separa, no nos acerquemos demasiado, no convirtáis mi protagonismo en una incomodidad.

Se hace complicado no entender ‘DON’T TAP THE GLASS’ como una liberación para Tyler, tanto a nivel conceptual como humano. Mentiría si dijera que no he echado de menos algún que otro salto al vacío, que no me ha dejado algo frío el díptico “Don’t Tap That Glass / Tweakin’” o que no me preocupa que el éxito de proyectos como este o ‘GNX’ (24) de Kendrick Lamar se aplaudan, precisamente, por su fácil escucha o por sus pocos altibajos (uno tampoco puede parar cuando está scrolleando en Tik Tok). Sin embargo, prefiero ser optimista y pensar que estos proyectos a-conceptuales no hablan tanto del consumo de rap venidero como de su futura concepción, un “fun rap” —término que he leído numerosas veces estos días en redes para referirse al disco de Tyler— visceralmente entregado a los placeres de la forma y totalmente aborrecidos de cualquier elemento narrativo. El buen recibimiento de ‘DON’T TAP THE GLASS’ demuestra no solo las ganas que tiene el público de moverse, sino las ganas que tienen los artistas de que su público se deje de tonterías y se mueva. Menos móviles, menos teorías, menos comparaciones, menos ránkings; más música.

De hecho, un servidor estaba ya decidido a acabar este texto asegurando que el título del último disco de Tyler podía referirse a la pantalla del móvil, invitándonos a disfrutar de sus nuevos temas dejando el teléfono en modo avión. Pero unas horas antes de que empezara a escribir, Big Poe subió un story a Instagram advirtiendo de que esa teoría era una tontería, que para nada pensó en eso al concebir el disco. De nuevo, no vale la pena escribir este texto, pues realmente no hay concepto que valga aquí. Estoy seguro de que Tyler me insultaría si leyera esto, sobre todo si viera que esta crítica tiene que llevar adherida una nota. Lo siento, Tyler. Pero bueno, de alguna manera hay que cerrar este texto. Suena “Tell Me What It Is”, último tema del disco, y la voz que nos dió la bienvenida ahora se despide. “Espero que hayáis disfrutado de vuestra estancia”, dice la que parece la megafonía del parque. El día en Six Flags se acabó y, por suerte, pudimos montar en Goliath.

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