Parece que esto de la superación del estado-nación no es sólo una cuestión política. En la música abunda un sonido transnacional rompepistas -de raíces británicas o americanas-, que no entiende de orígenes ni de ‘backgrounds’ culturales. Este desarraigo permite que bandas de todo el planeta construyan artefactos pop valiosísimos, pese al riesgo de sonar idénticas. Y para muestra, un botón: “Time For A Change”, un single rotundo, pero que poco te aporta si quieres entender el conjunto del disco. Canciones, en general, con más pausa, de arreglos precisos y mucho tino a las segundas voces. De buen seguro el hijo pródigo les abrirá las puertas de colaboraciones (Pyramid) o les ensalzará a las radios, pero no hará justicia a sus referentes (“Bowie o Gaingsbourg”, dicen). Sus melodías y lo valioso de su escritura -ironía fina- andan, sin duda, más cerca de un proyecto de autor que de Two Door Cinema Club. Por el momento
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