Va a haber que elevarle un monumento al señor Sufjan Stevens o algo. Y es que tras la floja profundización en las melodías mainstream que supuso el tercer disco de Rosie Thomas “If Songs Could Be Held”, coge las riendas de esta cuarta entrega y la lleva a donde mejor se maneja la tímida cantautora: al candor, a esa cercana e íntima sinceridad que tanta emoción destila en manos de otros como Sam Beam (Iron & Wine) o Will Oldham.
Quedan lejos esas baladas superficiales para mostrar una faceta más directa, con menos pelaje, como la que reflejan las maravillosas “If This City Never Sleeps”, “Much Farther To Go” o “Paper Doll” entre otras, donde la Thomas aprovecha bien sus recursos: una sencilla pero efectiva manera de tocar la guitarra, y, sobre todo, una voz que pone los pelos como escarpias. Por no hablar de esos amigos que hacen sus cameos, y cuyo listado echa para atrás: aparte de Stevens, Dave Bazan (Pedro The Lion), T.W. Walsh (Pedro The Lion, The Long Winters), Jeremy Enigk y Damien Jurado entre otros. Y aunque las letras no sean nada del otro mundo, con metáforas ultramanidas y pocas cosas nuevas que decir, pronto se entiende que no es a ese nivel al que hay que exigirle a Rosie Thomas. Lo suyo va por otro lado. Por ese en el que un gesto dice más que mil palabras, en el que hay más emoción en una melodía que en todas las metáforas regurgitadas por un nuevo aprendiz de Shakespeare, por ese en el que el silencio muchas veces, resulta la mejor historia que contar. Porque estábamos hablando de música ¿no?
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