Dennis Hopper capturó algunas de las imágenes más incisivas de los años sesenta. Sin proponérselo, tejió una crónica lateral de beatniks, actores y músicos en un país en plena transformación. Entre ellas, destaca la foto de Robert Rauschenberg sacando la lengua, sobre la cual se dibujan unos garabatos apenas legibles: traje impecable, fachada rota con un gesto mínimo. Hopper sabía exactamente dónde enfocar, qué dejar fuera del encuadre y qué historia contar.
Esa mirada atrapó a Mike Scott cuando visitó una exposición de sus fotografías en la Royal Academy de Londres. El líder de The Waterboys quedó fascinado. Sin grandes expectativas, pensaba escribir cuatro o cinco canciones sobre él, casi como un experimento. Pero algo se encendió. Cuanto más leía sobre Hopper, más se sumergía en su vida: actor, outsider, fotógrafo, figura caótica y brillante a la vez. Lo que iba a ser un EP terminó convertido en “Life, Death and Dennis Hopper” (Sun Records, 25), un álbum de veinticinco canciones publicado este año, en el que Scott volcó toda su fascinación por un personaje tan poliédrico como él mismo.
Si el primer álbum ya pecaba de exceso, a principios de diciembre The Waterboys presentaron “Rips From the Cutting Room Floor” (Sun Records, 25), su secuela. Un álbum que, como bien indica la inscripción de su portada, reúne los extras: las escenas que no encajaron en la primera narración. Dieciséis composiciones que siguen expandiendo el universo Hopper hasta el límite de lo inabarcable.
La saturación es evidente. Este segundo bloque desdibuja la figura que Scott quería iluminar. Hay algunos momentos brillantes que aportan color a este retrato paralelo, como la divertida “The Next Time I Saw Elvis”, la balada “Golf, They Say” o la instrumental “On the Sea of the Last Movie”, pero prácticamente todo el material suena a ejercicio, a discursos que funcionan mejor como archivo personal que como composición.
Hopper, en la foto de Rauschenberg, ignoró lo que distraía para encuadrar la lengua. Ahí estaba la historia. Aquí, tras más de cuarenta canciones entre ambos discos, es fácil perder de vista el objeto central. Hacer música también consiste en elegir el punto exacto, decidir qué distrae y qué sostiene la historia. “Rips From the Cutting Room Floor” tiene algún destello, pero confirma la primera regla de la fotografía: lo más importante es no perder el centro de interés.
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