Menudo subidón, queridos amantes del rock and roll sucio, directo y canalla. Se edita en precioso vinilo rojo y en carpeta doble –corred, que se trata de una edición muy limitada- el primer álbum de The Jerrycans. El título, así como la explícita ilustración de portada, ya nos ponen sobre aviso. Guitarra eléctrica apoyada sobre bidón de gasolina, coche y moto clásicos de los setenta, lata de cerveza apurada, colilla pisoteada… todo ello rezumando excitación de viernes por la noche. ¿Topicazos? ¿Referentes demasiado manidos? Para nada, como se encargan de demostrar, uno tras otro, los doce cortes, tan clásicos como vigentes, incluidos aquí.
Clásicos, porque retoman ese legado guitarrero impregnado de fragancia etílica que, aunque nunca haya revivido el éxito masivo que gozó en los setenta vía Rolling Stones o Faces, en el fondo siempre estuvo ahí. Vigentes, porque suenan vitales, descargan una adrenalina más necesaria que nunca, transmiten una pasión contagiosa. En definitiva, The Jerrycans no hacen otra cosa que dar nueva salida, con los tres acordes de siempre, a instintos primarios sin fecha de caducidad.
Aunque en las últimas décadas no han faltado bandas que, cerveza en mano, enarbolaran su misma bandera -Georgia Satellites, Quireboys, Jason & The Scorchers, Izzy Stradlin, Dogs D’Amour, The Black Crowes… - lo cierto es que se echaba de menos savia nueva que irrumpiera con ánimos renovados para tomar el relevo. Esta irrupción llega ahora desde Igualada (Barcelona), hecho que nos llena de orgullo por la proximidad, aunque lamentablemente nos tememos que condicionará a la baja sus posibilidades de lograr una gran repercusión.
En cualquier caso, el primer paso está dado y bien dado, con esta grabación co-producida por nuestro viejo conocido Eric Fuentes, en la que cuentan además con la colaboración estelar del que fuera líder de Dogs D’Amour, el entrañable Tyla. Así, arrancan con el rugido de un motor, siguen con letras en inglés que hablan de coches, Bukowski, chicas en tiendas de discos, tocar música toda la noche, fantasmas... toman prestado algún riff de Tom Petty, pasan del tono festivo al melancólico e, incluso, homenajean a los caídos por el rock and roll. Casi sin darnos cuenta, el disco ha terminado y ya estamos pinchándolo otra vez.
Pronosticamos que, en directo, estos coros pegadizos, estos punteos a lo Chuck Berry, estos riffs atemporales y todo lo demás, sonará incluso más excitante. Vayamos pues calentando motores para ello y, por favor, que sea un viernes en el que huela mucho a gasolina.
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