A estas alturas de la película, con The Hives uno se plantea si sus discos todavía tienen un interés. Porque, con alguna que otra variación, es fácil intuir qué van a ofrecer. Sin sorpresas. Y efectivamente, “The Hives Forever Forever The Hives” apenas ofrece novedades, aunque tampoco se buscan –ni ellos, ni nosotros–. Su sonido y su fórmula son tan reconocibles que lo único que importa o llama la curiosidad es saber cuántas de esas nuevas canciones van a entrar en el repertorio de sus conciertos. Porque ahí sí, ahí The Hives todavía impresionan y todavía sorprenden aunque les hayamos visto decenas de veces. Su espectáculo evoluciona siempre en un sentido u otro, y es sobre el escenario cuando las canciones cogen peso y adquieren vida propia.
Sorprende que entre “The Death of Randy Fitzsimmons”(23), su disco anterior, y este solamente hayan pasado dos años, cuando en el pasado estuvieron diez años en silencio discográfico. Es de imaginar que, de algún modo, acumularon canciones y las dejaron en un cajón del que ahora van recuperándolas. Por eso, tan pronto como pinchas el álbum, la primera de ellas –amén de una introducción con guiños a los robots y a Beethoven–, “Enough Is Enough”, te suena de otras ocasiones. Mismo patrón, mismos clichés. Con “Bad Call” afinan mejor la puntería, cuanto más macarras, más eficaces se vuelven. Sin duda, esta sumaría en cualquiera de sus setlists. Así como “O.C.D.O.C.”, el corte más suicida del disco.
A partir de ese punto, hay otro ritmo. “Legalize Thing” tiene una bonita melodía que nos introduce en una segunda parte del disco que no goza de la misma inspiración. Pero qué más da cuando ya tenemos tres o cuatro canciones nuevas para corear en cada uno de sus conciertos. Con lo cual, misión cumplida. Eso sí, se despiden con un tema más bailable que bien podría abrir una puerta de cara a otro caminos. Ya se verá, pues The Hives, con todo lo bueno y con todo lo mano, siguen siendo The Hives y lo serán siempre.
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