Un álbum homónimo es la nueva referencia discográfica de la banda donostiarra The Burns. Once temas que se van desgranando a lo largo de la grabación, dejando claro los gustos sonoros de estos músicos guipuzcoanos. Se aprecian ecos chispeantes de pop punk garajero de formaciones míticas como Buzzcocks o The Undertones, así como guiños beat a otros nombres no menos legendarios como The Jam. Todo ello aderezado con toques de sonidos más actuales como los que ofrecieron en su día The Strokes, quienes a su vez también solían andar pendientes del retrovisor para rendir tributo a sus grupos favoritos.
En un buen conjunto repleto de guitarras bien ensambladas y coros con mucha presencia, destacan un nutrido puñado de canciones. El disco comienza con "No Money, No Honey", trepidante y melódica, que supone una estupenda carta de presentación para lo que vendrá después. "My Girl" les encantaría a todos los mods protagonistas de "Quadrophenia", incluido el bueno de Sting. "Road Trip" o "Trouble M" no habrían desentonado en la Inglaterra de finales de los años 70, en aquel ambiente impregnado de diferentes sonidos entrelazados como el punk y la new wave. Paul Weller estaría contento con el ritmo y la composición de "Lazy Buddha", que sabe sacar partido de esa batería y ese bajo trotones y machacones, en el buen sentido, y de una voz sobria y directora de todo el cotarro. Ya casi al final irrumpe con fuerza la poderosa "Face Plant", llena de urgencia postadolescente, con toda la banda disfrutando al unísono.
Un viaje al pasado que no olvida regresar al futuro.
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