Straight Line Was A Lie

La banda neozelandesa The Beths lanza un nuevo álbum que añadir a su de por sí luminosa discografía –que incluye títulos recomendables como “Expert In A Dying Field” (Carpark, 22)–, en el que no es sino recipiente para diez cortes bañados en el indie-pop del combo, con puntual querencia por jangle-pop y un aspecto que apuesta por la naturalidad como argumento. Una producción austera, que respeta la belleza y elegancia de las propias composiciones, completa la ecuación envolviendo los cuarenta y cinco minutos en los que queda concretado el lanzamiento.

Y es que si algo caracteriza al grupo de Auckland es un buen gusto fuera de toda duda. Quizá por eso sus canciones lucen siempre atractivas, casi deslumbrantes en los momentos más destacados del lote y, en cualquier caso, aceptables en aquellas destinadas a ser compañeras de referencia. Un viaje en el que los ecos a The Sundays, 10,000 Maniacs, Kate Bush o hasta los The Cramberries más introspectivos resultan constantes, todas ellas apuntando a una confirmación adicional del talante bien orientado de The Beths. El resultado deja momentos tan aprovechables como el póker de ases inicial compuesto por “Straight Line Was A Lie”, “Mosquitoes”, “No Joy” y “Metal”, además de la sentida “Mother, Pray For Me”, “Roundabout” o la magnífica “Take”.

Aunque sin grandes efusividades, lo cierto es que el cuarto álbum de estudio de The Beths no es sino un trabajo de escucha agradable, algo irregular en su contenido, pero capaz de albergar un puñado de modestas gemas capaces de dibujar una complacida sonrisa en el rostro del oyente. Un bonito producto de los que quizá no tengan proyección más allá de la temporada en curso, pero que cumple de sobra en su función más inmediata. Y, de paso, tremendamente acorde para acompañar a los últimos (y cálidos) rayos de sol del verano.