El debate ya está servido y en la calle: la aparición de un nuevo álbum de Stevens agita la polémica entre seguidores de la extinta saga “Michigan”- “Illinois” por colgarle a este trabajo la etiqueta de suficiente o matrícula de honor. Lo que al menos sí queda claro es su contundente contribución a la fama de genio del prolífico y desafiante cantautor. ¿Pero qué esperábamos realmente de él? Desde luego, poco de lo prescrito en “The Age Of ADZ”, un álbum que obedece a las declaraciones recientes del estadounidense de estar cansado de la música.
El disco representa un giro radical (apuntado ya en sus últimas referencias), bebiendo en ilustraciones, título y narración de la vida de un héroe maldito para Stevens. Un personaje que, siguiendo las canciones del álbum, despierta una lástima supina: un outsider del mundo del arte, negro, esquizofrénico y abandonado por su mujer que, con el nombre de Royal Robertson (1936-1997), dibujaba monstruos, aliens y pasajes bíblicos futuristas. Toda una delicadeza que Stevens toma para sí mismo en lo que parece durante todo el álbum una llorera ante la superación de la ruptura amorosa más importante de nuestras vidas. Subrayamos la primera persona del plural porque lo trascendental en este trabajo es que logra que te sientas identificado, alcances un estado colosal entre coros angelicales, envoltura electrónica exageradamente elaborada, vientos, flautas y arpas, y una voz de Stevens más madura que en trabajos anteriores.
Las historias se escuchan a través de un pozo de lamentos agudos, te transportan a la rabia y la confusión propias del duelo por amor y terminan diciéndote que “la vida es larga, sé Tú mismo”. Esta colorida búsqueda de uno mismo plantea sencillamente que Stevens ha dejado atrás el banjo y el lado más pueril de sus anteriores discos, y consigue superar la indiferencia musical de la que tanto se ha quejado. Quizás por ello “The Age Of Adz” alcanzará el gran respeto que merece.
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