Believer

El tándem noruego que forman Catherina Stoltengerg y Henriette Motzfeld debuta en largo para el sello británico XL, siempre alerta a nuevo talentos. Smerz  responden a las expectativas creadas con sendos EPs (“Okey”, “Have Fun”) y también con sus sesiones en directo, con uno de esos discos que nos transportan a otro mundo.

Su primer LP es un compendio de las influencias que nutren su propuesta, con dieciséis cortes en los que permea una fuerte influencia de música clásica con melodías vocales R&B, hip-hop, folk y EDM. Parten de una sensibilidad minimalista decididamente personal que requiere de un oyente dispuesto a dejarse atrapar. Una propuesta pausada en la que prima la combinación de instrumentos electrónicos y acústicos, con algunos momentos experimentales. Lo importante es que su acercamiento a sensibilidades clásicas (música barroca, ópera, orquestaciones, arpas, violines…) no se hace pedante ni indigesto.

La introducción de “Gitarriff” nos mete en una especie de cuento de hadas de inocencia perversa y romanticismo. La delicada expresividad vocal y las súbitas orquestaciones de “Max” evocan la sombra de la artista nórdica por excelencia (Björk) y otros dúos de languidez extravagante (CocoRosie), aunque la personalidad del dúo queda salvaguardada. En el single “Believer” y en “Glassboard” se muestran más turbias, casi en los terrenos de trip-hop pantanoso y pesadillesco de un Tricky. La miniatura casi instrumental “Versace Strings” (una de las varias que han incluido) precede “Rain”, que concilia el hip-hop y el R&B con unas cuerdas románticas. No es el único contraste: a la abrasión experimental de “Hester” le sigue el momento más pop (“Flashing”) de uno de esos álbumes concebidos como un todo; sólo Smerz podían encadenar los ecos de música barroca de “The Favourite” con un interludio de rap.