Transcurridos un par de
años desde la separación del dúo de party-rockers Death From Above 1979 por
motivos artísticos y personales, su batería y vocalista firma ahora un primer
disco en solitario en el que, además de emplear el estudio que regenta en
Toronto junto a Jimmy Shaw, de Metric, se ha encargado de la grabación de
prácticamente todos los instrumentos. Todo queda en casa, y la fórmula dance
rock sigue vigente, pero sobresale aquí algo
más de músculo y esencia rockera, más insinuada en pasajes discursivos como los
que abren el álbum en “Love Can Be So Mean” y más evidente en canciones como
“Who Do We Care For?”, una furiosa muestra de fuel rock en toda regla. En esencia, el planteamiento es el mismo, sólo que
ampliando el espectro sonoro a una banda completa y desprendiendo de las
canciones parte del componente cáustico que predominaba en Death From Above
1979. El envoltorio perfecto para unos textos ciertamente angustiosos,
demasiado incluso. Aunque, ¿quién no siente deseos de gritar en ocasiones cosas
como “I’m All Rage” o “I Hate My Friends”?
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