¿Se puede hacer música estupenda con un teclado y una batería? Desde luego. La prueba está en el veterano dúo formado por Janet Weiss y Sam Coomes. Cierto que a veces meten trampillas (alguna guitarra que no molesta nada, bajos puntuales…), pero ellos dos y sus armonías vocales se bastan para hacer discos tan apañados y entretenidos como éste.
Lo mejor es que la propuesta de indie rock con trazas garajeras de Quasi mantiene la frescura a treinta años de su formación, cosa que no puede decir todo el mundo (¿verdad, Frank?). Y su décimo disco encapsula sus virtudes desde la portada-collage friqui muy noventera.
La extraña y muy fea salida de Weiss de Sleater Kinney ha tenido como consecuencia directa que la pareja retome la actividad nada menos que diez años después de su anterior disco, cuando casi todo el mundo se había olvidado de ellos. Weiss tuvo que recuperarse de un accidente de coche justo cuando iniciaba una gira con su pareja, pero la vitalidad que muestra con su instrumento en este álbum nos hace preguntarnos qué tendrían en la cabeza sus ex-compañeras para prescindir de ella con tanta ligereza. Cosas de los grupos.
El caso es que el dúo regresa con argumentos de sobra para justificar su regreso. Estructuras juguetonas, melodías luminosas y certeras, ruidillos irresistibles, vitalidad contagiosa, espíritu de serie B y humor gamberro que derrochan en cortes como “Queen Of Ears”, “Shitty Is Pretty” o “The Losers Win”. Ya tenemos ganas de más.
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