Puede parecer que BIG SPECIAL llegan justo cuando la fiesta se está acabando o en el inoportuno momento en el que otros grandes espadas del género (IDLES, Sleaford Mods, Bob Vylan, Yard Act) ya se han llevado muerto los beneficios y provechos de la onda expansiva del enésimo revival punk. Sin embargo, la dupla conformada por Joe Hicklin y Callum Moloney nos demuestra con su recién estrenado debut que su éxito no nace exclusivamente de las migas del triunfo ajeno, sino que su lírica, endiablada y mal encarada, tiene mucho más que aportarnos.
“POSTINDUSTRIAL HOMETOWN BLUES” (So Recordings, 24) es uno de esos artefactos con conciencia de clase, surgido al candor de una nación iracunda y exhausta, que persigue retratar el lado menos amable de su entorno con muchas verdades lanzadas a la cara y muchos puntos puestos sobre las íes.
Con los pelos en la lengua justos, la banda británica nos acerca al punto de inflexión y transición en el que su país se encuentra actualmente, ironizando sobre el crítico estado económico de Birmingham (abriendo el disco con mención de honor a su lugar de origen para el techno-punk de “BLACK COUNTRY GOTHIC”), arremetiendo contra la precariedad laboral a la que estamos condenados (con la rutina más desesperanzada y penitenciaria expuesta en “DESPERATE BREAKFAST”), reflexionando sobre su propia drogadicción (“MY SHAPE (BLOCKING THE LIGHT") parece directamente sacada de la narrativa de Irvine Welsh) o visibilizando las irreparables consecuencias de esta realidad sobre la salud mental de su generación (con un agresivo sermón en spoken-word titulado “MONGREL” que te helará la sangre).
Un buen surtido de puñales envenenados que, junto con la rapsodia más ácida y sentida de su vocalista, se nos termina entregando un disco poliédrico y de imposible etiquetaje. Así, sus responsables logran crear un sonido propio capaz de llevarnos desde el blues del Delta (“BLACK DOG / WHITE HORSE”) hasta el hip-hop más espídico (“BUTCHER’S BIN”), pasando por el lado más hostil y pegadizo del punk-rock (“SHITHOUSE”) o el más sucio y desaliñado del indie (“iLL.”). Y todo ello con apenas una batería y una mesa de mezclas; una lección de minimalismo bien aprovechado en toda regla.
Además de capturar el signo de los tiempos con la agudeza y la experticia de unos veteranos, la dupla le da sopas con ondas a otros de sus coetáneos en lo que a autenticidad rabiosa se refiere. ¿Son un mero producto de explotación o el gran acto que el punk anglosajón necesitaba? Tan pronto como les vemos representando el corazón y el espíritu de una comunidad olvidada y machacada por el devenir del presente elaboramos nuestra rotunda e inequívoca respuesta. BIG SPECIAL son un golpe sobre la mesa bien dado, una llamada a las trincheras desde la poesía urbana más vívida y honesta y un mensaje de esperanza colectiva que nos recuerda que no estamos solos.
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