Los de Boston son uno de esos heroicos grupos norteamericanos que navegan al margen de todo, a contra corriente, en su propio mundo. Yo llegué a ellos gracias a un Mad Cool (qué cosas), pero lo cierto es que el cuarteto ejemplifica a la perfección la ética y la estética del (post) rock underground que se forjó en los ochenta y llega hasta nuestros días. Pensemos en Shellac, The Jesus Lizard, Archers of Loaf, Fugazi y compañía.
Su nuevo disco condensa todo lo que conocemos de su personal versión del rock, pero algunos imprevistos arreglos de cuerda arrojan nueva luz sobre sus recias composiciones. Además, nos regalan momentos más melódicos, como en el espléndido single “Bouncing In Blue” o la intrincada “Deep Clay”, sin perder un gramo de intensidad. Emparentados con sus paisanos Throwing Muses, pero en versión (post) hardcore -desde el título del disco a los compases, los mencionados arreglos o algunas estructuras heterodoxas-, Pile brillan aquí con diez canciones tan bellas, oscuras y misteriosas como la floresta de la portada. Otro buen ejemplo de hasta dónde puede llegar el rock como forma de expresión cuando parece que está todo dicho.
Lo bueno de este álbum es que carece de las ambiciones pelmas de los que se esfuerzan demasiado por experimentar; o mejor dicho, las tiene, pero al grupo le salen de forma natural, que es la única de manera de que sean creíbles. De manera que se trata de uno de esos discos a los que apetece volver, porque fluye con naturalidad y equilibra perfectamente alicientes rockeros con aventuras en las estructuras o las melodías de voz.
No es de extrañar que el cuarteto haya adquirido un merecido estatus de culto que podría abrirse un poquito con este nuevo trabajo, el noveno de su catálogo. Estaría bien que volvieran por España, a ser posible a una sala, su hábitat natural.
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