El año 2025 ha sido prolífico para Peibol, proyecto musical de Pablo Lázaro Vidal. Este del que hablamos ahora es su tercer trabajo del año. En él, ha reunido cuatro canciones bajo el título colectivo de “Ansiolitikos Unidos”.
No le falta inspiración, por lo tanto, a este compositor. Puede que, en parte, se pueda encontrar explicación a su productividad si se entiende que Peibol prima la búsqueda por encima de otros instintos y no se suele encorsetar en las expectativas de ningún género. Es fácil decir que deambula, sobre todo en este disco, por los territorios del punk, pero, en sus trabajos anteriores, lo ha hecho en conjunción con la experimentación electrónica. De hecho, esto lo ha hecho tanto en solitario como colaborando con otros compañeros.
De todas formas, este disco se aleja un poco de los dos trabajos que ha publicado en este mismo año: “Última Generación”, que solo incluía un corte, e “Inmateria”, que tenía dentro varios. Sigue habiendo una producción intensa y las canciones retienen ese matiz de oscuridad que también se refleja en las letras, meditabundas e introspectivas. Sin embargo, “Ansiolitikos Unidos” suena orgánico, agitado e inmediato. Relucen las guitarras, retumba el bajo y se presiente el pogo.
En cualquier caso, la rebeldía compositora se puede percibir aquí en otros aspectos. Por ejemplo, se enreda con el patrón clásico de estrofa y estribillo para descomponerlo y aprovecharse de la iteración inesperada. Las cuatro canciones juegan con las posibilidades de la composición, tomando, a menudo, caminos inesperados. En conjunto, todas ellas parecen contribuir a la solidez del trabajo completo, pero, por separado, los matices que las identifican traen sorpresas que siempre enriquecen la mezcla.
“Ahora yo”, por ejemplo, la más corta, termina por sorpresa, y no tiene un estribillo aparente, llegando a utilizar rugidos onomatopéyicos para azuzar al oyente. En “Algoritmo”, el verso “dios en el bolsillo”, cuando se pega a su compañero “muerto el algoritmo”, hace la función de estribillo, pero también parece omnipresente, escurriéndose por otras líneas. Con un espíritu más sosegado, esta canción parece hundirse en una atmósfera profunda. “Desaparecer” repite pronto el meollo de su mensaje, cuando subraya dos preguntas: “¿Cómo hacemos para desaparecer? ¿Cómo hacemos para que nos olviden?” Estas, luego, desaparecen, como evoca la canción, hasta que reaparecen repetidas justo antes de terminar. “Ni un bar” comienza lanzada y no para hasta que aterriza en la luna. Las estrofas, recitadas, se concatenan de seguido, con ribete reiterado al final.
Menos de 600 segundos para completar un año copioso en el que Peibol ha sabido exponer un universo creativo que coteja las posibilidades de la electrónica y/o el punk.
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