Paul Weller es uno de estos artistas cuyo bagaje (y lo alargado de su sombra) le permite tomarse todas aquellas licencias que considere bien avenidas. Como, además, el británico suele resultar poseedor de un buen gusto fuera de toda duda, cualquier aventura que emprenda cuenta, ya de inicio, con un seguro de satisfacción haciendo las veces de colchón. La última ocurrencia del ex The Jam y ex The Style Council consiste en el lanzamiento de “Find El Dorado”, un disco de versiones con el que muestra sus propias preferencias musicales y con el que, de algún modo, expone su propio ADN artístico.
Un capricho permisible en el que Modfather acomete (y lleva a su terreno) buenas dosis de soul, folk, sonidos del universo sixtie, pop, música tradicional y, en definitiva, multitud de perfiles añejos enriqueciendo el invento. Un menú degustación que el de Surrey acerca a su propias formas y maneras, homogeneizando el sabor y la esencia de los diferentes platos en base a esa voz del todo reconocible y que aquí luce en primer plano, acompañada de una medidísima instrumentación con querencia orquestal.
El resultado es un elepé que resuena familiar y clásico; también nostálgico y, con frecuencia, cálido, en lo que parecen haber sido las cualidades seleccionadas por el autor para ejercer como denominador común de toda la referencia. Por su parte, la variopinta lista de artistas revisados incluye, entre otros, a Richie Havens, Bee Gees, The Kinks, The Flying Burrito Brothers, White Plains, Bobby Charles, The Guerrillas, Hamish Imlach, Brian Protheroe, Eamon Friel o Duncan Brown, en una muestra del amplio bagaje musical del firmante.
“Find El Dorado” cuenta, como atractivo adicional, con las colaboraciones de nombres tan potentes como los de Declan O’Rourke, Noel Gallagher, Amelia Coburn, Seckou Keita o Robert Plant, potenciando el contenido de un álbum que, en la práctica, no deja de antojarse como una curiosidad algo irregular. Una obra capaz de albergar momentos destacados del tipo de “El Dorado”, “Small Town Talk”, “Lawdy Rolla”, “Where There’s Smoke, There’s Fire” o “I Started A Joke” con otros tirando a anecdóticos. En uno u otro caso, la presencia de Paul Weller resulta a estas alturas tan imponente que tiende a insinuar que, cualquier producto con su impronta, ha podido merecer (en mayor o menor medida) la pena.
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