Suena extraño que un sello como Ryko haya fichado a un grupo como Sugarcult. Ya sabemos que es una discográfica con un amplio espectro musical, pero nunca antes habían tocado el ramo del punk melódico o del punk-pop alternativo (¿será por etiquetas?), por eso la combinación resulta chocante.
Aunque en su momento también parecía inverosímil que hubiesen fichado con Epitaph (gracias al fanatismo de la hija de Brett Gurevitz por el grupo) y la historia al final resultó ser cierta. Sugarcult no hacían nada nuevo, pero nos alegraron algo la vida con aquel disco veraniego, refrescante y con canciones que tenían su propia personalidad. Ahora repiten logros en una obra amena como pocas. Quizás no sea tan redondo como su predecesor, pero ¿quién va a poder resistirse a temas tan efectivos como "Crying", "Memory" o a la acústica "Back To California"? Que nadie espere que sea yo.
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