Hay grupos que pertenecen a una categoría particular: parecen ajenos al paso del tiempo, las modas sucesivas e incluso la atención menguante que se les presta desde el público y los medios. El quinteto de Brooklyn lleva ya un cuarto de siglo en esto, y da toda la impresión de que podría estar otros veinticinco años más en la brecha, aunque nadie les hiciera ni puñetero caso.
Como en la obsesiva “Paralyzed”, donde su bucle de dos acordes rebasa los diez minutos, Oneida viven en su universo particular de psicodelia kraut vintage donde menos es más, y el nervio y una espontaneidad cada vez más escasa y preciosa en la música de guitarras lo son todo. Cuatro años les ha llevado regresar para engrosar un catálogo que ya asciende a nada menos que dieciséis referencias.
Y su segunda entrega para el sello independiente norteamericano Joyful Noise está repleta de alicientes que cualquier amante de perderse en las densas brumas eléctricas del rock misterioso, atemporal y engañosamente sencillo agradecerá. Ellos aseguran que la inmediatez del sonido salió por accidente. De la cadencia garage velvetiana de “Beat Me To The Punch” a la agresión de “Opportunities”, el kraut sucio e hipnótico de “Low Tide”, la urgencia de punk melódico de “I Wanna Hold Your Electric Hand” o la psicodelia torcida con guitarras venenosas de “Solid”, he aquí siete nuevas razones para engancharse a un grupo que vive feliz en su propio mundo, y así hará presumiblemente hasta el final. Pues eso: el éxito a su manera.
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