Cru+es
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Cru+es

8 / 10
David Pérez Marín — 03-11-2025
Empresa — Sony Music
Género — Experimental

Por fin se alinearon los planetas, las circunstancias y las emociones, para que Niño de Elche y Raül Refree se unieran en un estudio y grabaran su primer disco conjunto, “Cru+es”, obra que nace tras la estela de su propuesta en vivo “Ecstasis”, liturgia de exaltación del amor y la espiritualidad que llevan casi cinco años interpretando por media Europa. Diez pistas donde la música es abstracción suprema y respiramos la intuición, el sentir y la honestidad, la experimentación y el juego al poder de dos almas gemelas y libérrimas como pocas, creadores insaciables y estratosféricos en búsqueda y transformación constante, condenados a encontrarse y demostrando, una vez más, que van muchos pasos por delante de la gran mayoría.

Encrucijada entre el ruido y el silencio, entre ecos de dream-pop y la distorsión más severa, entre cuidadísimas atmósferas electrónicas que crecen como resplandecientes enredaderas de neón azul eléctrico, rompiendo toda cúpula y encorsetamiento, trepando al cielo en la oscuridad de la noche y fundiéndose a cada surco con sonoridades ambient, desgarro industrial y pequeñas dentelladas de rock progresivo por momentos, todo cargado de una espiritualidad que, conmoviéndonos y arañándonos a partes iguales por dentro, no nos deja tocar el suelo de principio a fin.

El disco comienza con una pieza definitoria del proyecto, sumergiéndonos y elevándose en los contrastes emocionales y extremos que definen el transitar y devenir de la existencia humana, interacción de opuestos heraclitiana en continuo movimiento y búsqueda de armonía tras la tormenta: el dolor y la alegría, la vida y la muerte, lo efímero y lo indestructible, las “Nadas” enamoradas que pasaremos a ser en ese otro estado de “existencia” donde “Tú me verás y yo te recordaré, Yo te veré y tú me recordarás…”. La fugacidad terrenal, la infinitud del ser y esa frontera entre el vivir y el morir, muy difusa, pero omnipresente, envuelta en una cegadora y vibrante bruma sintetizada en la que aletea una mariposa en llamas que se consume y resurge de su mismo fuego; con el recitar y canto de Paco [Niño de Elche] flotando, creciendo entre notas metalizadas de guitarras, rasgueos y punteos que caen como gotas de fina lluvia trenzadas en los últimos rayos del sol, o bajo teclados y órganos celestiales que se expanden entre gritos contenidos y ardientes susurros.

“Nadie sabrá de nosotros y estaremos en todas partes… sonriendo”. De la bellísima “Antes de” en la que “se apagará todo, como en un gran sueño”, al despertar de “Somni”, en el que Paco y Raül parecen despejar de nubes en cielo para que se alce esa “alma que nunca duerme”; pasando por el mantra abrasador de la industrial “Senescente Mundo”, relámpago de oscuridad y reverso de la espiritualidad reinante en la que es fácil imaginarse a la Björk de “Dancer In The Dark” (Lars Von Trier, 00) bailando para intentar escapar de la realidad de un mal sueño.

Versos propios de inspiración divina e invitados ilustres como Yannis Ritsos, Péter Nádas, Rilke, el monje Thomas Merton o Ernesto Cardenal en una monumental interpretación de “Salmo XXI”, invocando a ese Dios, ciego y sordo, desde el abandono desconsolado de todos los que sufren, “de todos los que gritan y nadie los oye”, con inquietantes cuerdas punzantes y un recitar que nunca rompe, hasta esa estrofa final que desemboca en lo que parece rezumar cierta sanadora esperanza con ese pueblo que vuelve a nacer bajo una envolvente neblina sonora que, una vez más, no nos deja tocar el suelo… Imposible no viajar al sufrimiento del pueblo palestino, a las injusticias del mundo y las atrocidades que el ser humano lleva a cabo una y otra vez… Pieza que siento hermana de “La marcha de 150.000.000” de Enrique Falcón y aquellos otros magníficos salmos que Niño de Elche parió junto a Toundra en el descomunal “Para quiénes aún viven” (17).

La atmósfera espiritual y la luminosa calma sanadora continúa en la Cara B, en el puro levitar de la liturgia que expanden los teclados/casi órganos de Iglesias espaciales, con la voz de Paco atravesándonos y abriéndose paso en ese “paraíso de luz” de “Mi amén”, o en los punteos cristalinos, ritmos rotos electrónicos y distorsiones de la también hermosísima hasta morir “Mil maneras de salvarse”, otra de las joyas de este imprescindible viaje que llega su fin, alcanzando altas de sacralidad y religiosidad en piezas como la “Cruz” y “Voluntad”, para terminar por subir unos peldaños más con “La escalera”, único tema en el que el quejío flamenco del ex flamenco más singular e irrepetible, sin perder un ápice de espiritualidad y experimentación, se abre paso por carceleras, guiados solo por el sentir y dejando atrás todo límite estilístico, porque a la voz, a la música, al ARTE no hay quien lo pare, como al alma, ni rejas corpóreas ni paredes.

En un mundo donde el silencio no se contempla, Raül y Paco se encuentran, lo respiran y cincelan en “Cru+es”, una experiencia musical emocionante, onírica y casi religiosa por la que hay que dejarse envolver y llevar, aunque puedas despertar luego con algún estigma en la piel. El más allá y más acá sonoro de dos genios contemporáneos que tenemos la suerte de disfrutar y no nos cansaremos de celebrar.

 

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