Por una vez, refiriéndome a algún grupo que pueda incluirse dentro de la etiqueta que estamos tratando, me gustaría no tener que escribir más la palabra Tortoise como referencia ineludible, ni describir el árbol genealógico de unos miembros -de Chicago, naturalmente- provenientes de una serie de bandas míticas en la historia del meollo, ni describir con ahínco las similaridades con otras hechuras, ni enumerar la infinidad de propuestas de similares características catapultadas con esmero por la crítica especializada.
Pero en el caso que nos toca esto es especialmente insalvable, ya que nombres como Sean Meadows (June Of 44, Sonora Pine, Lungfish, Everlasting The Way, Boondoggle) y Curtis Harvey (Rex, Pullman) no se pueden obviar tan fácilmente. Y menos si Bob Weston (Shellac) se pone detrás de los botones. Ya que si deshojamos, una a una, todas las posibles cualidades inherentes, hablaremos positivamente de una obra efectista, bonita, dócil, apocada, remilgada e incluso simpática. Toda una exhibición de corrección y pulcritud de buenas maneras. Aunque un craso error sin duda, ya que en la peor de las maniobras -y vamos al grano de una vez-, recurre a un academicismo que peca por igual de ingenuo, fácil, ñoño, estéril, reiterativo y efímero. Post-rock castrado y mediocre que no es capaz de levantar el vuelo ni en uno solo de sus asépticos cuarenta y cinco minutos. Una carencia de valentía, energía y ganas de demostrar lo que vale un peine, perpetrada por la flor y nata del invento. En una palabra: olvidable.
Lo siento, debes estar conectado para publicar un comentario.