Monotonos
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Monotonos

7 / 10
Holden Fiasco — 10-01-2024
Empresa — Autoeditado
Género — Rock & Roll

Tenemos banda nueva en la ciudad e igual ni te has enterado. Se llaman Monotonos y no hay ninguna razón para ponerle la tilde a la segunda o. Por servicio público, he decidido informarte de ello. Lo haré en un solo idioma. No como ellos, que padecen una poliglosia crónica.

Por ahora, los datos. Ya te lo he dicho, hablamos de Monotonos y homónimo es su primer disco, una colección de diez canciones que han grabado en el estudio de David Sánchez Damián, bajista en Paniks, guitarrista y vocalista en Dr Maha Miracle’s Tonic, y el jefe de Blue Bayou Recording Studio. Su trabajo, desde fuera, parece reflejarse en un sonido brillante y una producción eficaz. El disco no lleva sello. Se lo han currado ellos. Ellos lo distribuyen también. Lo puedes encontrar en algún garito de rock and roll y en un par de tiendas de discos. O ponerte en contacto con ellos. Acaban de estrenar redes sociales y hasta un bandcamp. Ellos son, por cierto, cuatro: Gari, a la batería y como voz principal; Mikel, bajo, coros y actitud; Toni, a la guitarra solista, el músico más famoso de Sabadell desde Sergio Dalma y Albert Pla; y Jon Bustinza a los coros, la guitarra rítmica y los chistes malos, el único que reside aún en Barakaldo, aunque ellos mantengan la etiqueta de grupo fabril con orgullo y naturalidad.

El disco se abre de manera desconcertante, y eso, si se me permite utilizar un verbo erudito, mola. Los ruidos industriales que abren “Dance It More” descubren luego una canción de ritmo persistente e hipnótico que se abre con una entrevista en inglés entre cantante y coristas (los que hacen el coro, quiero decir), abogando por lo salvaje y lo animal. Luego se transforma en un recitado en euskera que incita al movimiento, el baile y el sudor. Es un comienzo tentador que compensan con la sencillez arrebatadora de “Stupid Love” como segunda de la colección. Más en la línea del punk de Belfast que le gusta a alguno de ellos, vuelven a evocar lo visceral y, por segunda canción consecutiva, demuestran alergia para con las estructuras tradicionales. A la tercera, llega el post y el punk y el rock (y todos los guiones que los unan) a lo Paniks, por ejemplo, con “Le Club”. No tiene nada que ver en lo musical, pero a mí me recuerda a otra canción magnífica como “La Cueva” de Dogo y los Mercenarios, porque ésta también es un homenaje a un bar. En este caso, ellos le cantan a El Tubo, al que todos añoramos, y que ellos son capaces de revivir con el bajo ahondando en el misterio y con una acertada perspectiva introspectiva, siendo capaces de evocar la atmósfera que había ahí dentro. La parte vocal, con ese vibrato gutural en algunas vocales, nos recuerda a la manera de contar historias de los Black Toska. No se para en la nostalgia, que son capaces de escribir luego una letra que evoca las teorías de Heráclito. “Panta Rhei” contiene una guitarra más rugosa. El solo de guitarra es como una onda descontrolada. La voz canta a tajos. El estribillo se construye igual que se diluye. Como diría el griego, todo fluye.

“Who Needs a Politician?” por capricho, que no hay otra razón mejor, recuerda a “Politicians in My Eyes” de Death. Tanto por la palabra clave en la que coinciden como por la hipnosis en el ritmo. Lo que riman son desinencias y vuelven a hablar de lo epicúreo como alternativa a lo político. La pregunta, para que la entienda todo el mundo, la hacen, esta vez, en inglés: “Who needs the fucking politicians?” Se dan una vuelta por un tablao con “Flamenkito”. Los hemos visto disfrutar en algún bolo de Juana Chicharro, así que no sorprende este deje por la fusión bien entendida. La onda del cante solo se riza en el estribillo, eso sí. La letra cuenta, caminando por los vericuetos de las figuras retóricas, la experiencia de la banda en un viaje de placer a Granada, con especial atención a un sucedido que les pasó, ya en lo más alto del Sacromonte, cuando se cruzaron con aquel que iba paseando al perro y les cedió una frase al vuelo, convertida ya en una de sus líneas más memorables: “quien nace borracho, vive borracho, quien nace vicioso, vive vicioso.” Aire viciado, con aroma a polvo del desierto, tiene ese western moderno al que ellos llaman “Febrícula”, pero que tiene un título más largo: “Dirty Old Man with Febrícula in His Head”. Por como decora el teclado, por como la levanta el bajo, por como alimentan el entresijo las guitarras, por como vibra la voz. Por todo ello, es una de las canciones más esmeradas del disco, sobre todo en ese breve espacio de tiempo, lo que pasa cuando cantan “Take my / I can / I love”: frases truncadas para un estribillo espontáneo que se convierte en uno de los clímax del álbum. Sueltan, de paso, una perla que deberás aplicar al resto de las canciones, porque ya te lo advierten: “Las letras no significan, no se pueden interpretar”. Es cierto que, con ellos, no todo tiene traducción, pero el significado, aunque sea solo emoción, sí que se desprende del conjunto. “El espíritu de nuestro tiempo”, que ellos llaman “Yugular”, destaca por una guitarra más rockera y el uso percusivo de los platos. El estribillo aquí es claro, meridiano y está bien repetido. La rima en la primera conjugación verbal es contundente y ayuda a lacrar esa reflexión sobre la devaluación de la opinión, el juicio y el criterio. “Cubensis” es una experiencia completamente distinta: nada de eso importa. En realidad, no importa nada. Es un viaje donde todo retumba más fuerte y una fuente de pureza parece deslizarse por debajo con esa guitarra transparente que metió David Sánchez Damián. Terminan con “Feeling Go(o)d”, la primera canción que escribieron como banda. El mismo aire a los Ramones entrando al despacho de Terri Hooley. Las dos guitarras se superponen muy bien y en castellano confirman lo que ya sabíamos, que parecen espontáneos, pero todo esta medido.

Los Monotonos salen de la mina del rock and roll, con la veta de la margen, pero se expanden a otras galerías que le añaden prefijos al género madre. De hecho, en sus gustos, influencias, dietas y ambiciones son tan variados como volubles, lo que enriquece el producto final. Capaces de acariciar la originalidad, duchos en crear atmósferas y eternizar un ritmo, siempre en busca de la verdad sin esperar encontrarla y adalides de los instintos más primitivos en sus letras, los Monotonos han grabado una buena colección de canciones que nos hacen confiar en la promesa más que en la confirmación. Ahora, también te digo, como alguna banda veterana y de la tierra a la que se parecen, estos también son impredecibles. Como gente corriente, cualquiera adivina lo siguiente. Eso sí, ahí reside gran parte de su encanto y talento: no se les puede poner la tilde, no.

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