En términos cinematográficos este segundo trabajo de Blue States representaría lo que Juli Delpy al cine europeo: una rubia de asombrosa belleza, pero carente de alma.
De seguir con la analogía fílmica, a un referente tan válido a la hora de describir la música de Andy Dragazis como puede ser Goldfrapp (ya sabes, esencia downtempo, fotogramas en mente y gorgoritos femeninos de los que quitan el hipo) le pondríamos el rostro de Catherine Deneuve: porque, aunque sus rasgos carecen de la perfección de la anterior, debajo de todo eso se intuye una de esas mujeres de rompe y rasga. La comparación, aunque frívola, no es nada gratuita. Pocos “peros” se le pueden poner a un trabajo impecable, de perfecto acabado, que retoma la elegancia de This Mortal Coil y, quitando hierro al asunto, acerca sus coordenadas sonoras a los tiempos que vivimos. Ejemplares son los omnipresentes arreglos orquestales, su integración dentro de un discurso más pop (lounge por momentos) de lo que podría parecer en una primera escucha. Y sin embargo algo falla. Hablo de desgarro, de fe. Algo que “Man Mountain” pide a gritos para pasar de bonito lienzo a esa obra magna que, sin duda, debería aspirar a ser.
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