Hoy por hoy son pocos los grupos que no encajan en una etiqueta y por lo tanto, los que abren nuevos caminos para el pop. Uno de ellos son The Lost Sounds, una banda nacida en Memphis -paradójicamente, una de las cunas rock más tradicional-, que practica una suerte de punk inflamado, mutante y rabioso plagado de sintetizadores, guitarras estridentes y voces al borde del colapso difícil de describir.
Sin duda lo mejor es agenciarse una copia de este excelente “Lost Sounds” –su última referencia dentro de una poblada discografía, iniciada en 1999, plagada de singles, álbumes y recopilatorios de rarezas- , para comprobar lo que hacen estos chicos capitaneados por dos de las figuras más influyentes del underground yanqui, Jay Reatard y Alicja Trout, pero para dar algunas pistas, podríamos hablar de ellos -salvando las distancias- como el reverso tenebroso de los Devo, sustituyendo las ácidas e irónicas canciones de los de Ohio, por una composiciones directas y crudas generadoras de un sano mal rollo. Les unen su filiación a lo mecánico, las centrales nucleares, los clones y la sci-fi, pero les separan las intenciones. A Devo, en el fondo, daban ganas de abrazarlos, a The Lost Sounds mejor tenerlos lejos porque dan miedo.
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