Todas las etiquetas son válidas, más si tienen la guasa de esta "pop surrealista pa' la peña de la pista" que un colega se sacó de la manga en una noche de cervezas para describir lo que facturan Nico y Ángel con su proyecto compartido: Juventude</strong>. Género personal e intransferible que define de forma extremadamente gráfica el debut de este dueto sevillano.
Otra, y esta es de cosecha propia, podría ser la de “the shape of rumba to come”, parafrasendo el título del mítico álbum de Refused, obra en la que los suecos deconstruyeron los preceptos y dogmas del punk y el hardcore para entregar un disco calidoscópico que bebía de diversos y múltiples referentes: la electrónica, el jazz… Juventude no practican hardcore, pero su carta de presentación, modelada con la ayuda a la producción de Íñigo Bergel de Los Estanques, sí que bebe de ese mismo espíritu de patente de corso creativo (además de guiñar el ojo a Refused en pasajes semiescondidos que si se afina la oreja acaban resultando evidentes: esos interludios electrónicos en ‘Morir en primavera’, esas guitarras a lo ‘New Noise’ de ‘La Motillo’).
Uno de los preceptos de Rick Rubin a la hora de encarar una producción es que menos siempre es más: nunca faltan elementos por añadir, sino que sobran. Juventude, decíamos, se han ido al extremo opuesto, con todo el riesgo que ello conlleva. Mr. Bungle de la techno-rumba, Brincos del siglo XXI de viaje lisérgico a través del Ableton Live, los trece temas que Ángel y Nico facturan en su ópera prima son un rompecabezas.
La suma de mucho: pop psicodélico sesentero, electrónica, flamenco, esto-aquello-lo-que-les-dé-la-gana …, que a veces, aunque son las menos (la inicial ‘Los Reyes Magos’, con cierto regustillo a Mojinos Escozíos, es el caso paradigmático), en el puzzle resultante las piezas no acaban de encajar; en la mayoría de los casos más (‘Reina de mis males’, ‘Los potrillos’, ‘Morir en primavera’) la suprayuxtaposición polifónica da como resultado mucho más.
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