Cuando el redactor jefe de está revista te dice: “llevate este disco, tiene alguna canción con arreglos balcánicos y te gustará”, piensas “¡uy!”. Después miras la portada con unos tipos disfrazados de Power Rangers simbolizando diferentes religiones, y sueltas “¡uy uy!”. Lo peor de todo es que cuando lo escuchas repetidamente, ¡te encanta! ¡Vaya, ni los prejuicios funcionan! Tras Jil Is Lucky se muestra un buen cantante y compositor francés con un gusto exquisito para las melodías y para los arreglos musicales. Lo suyo es difícil de definir porque lo mismo coquetea con el pop, el folk o el rock y a veces todo en la misma canción. Pero lo importante es eso, que trabaja en beneficio de la canción y consigue dejarte un persistente y buen regusto. Lo que le hace excepcional son esos pequeños detalles con violines, trompetas, dobles voces, cellos o guitarras eléctricas, que te transportan de un vals a un mariachi o a ritmos de Europa del Este, con una facilidad asombrosa y con impresionantes subidas o bajadas de intensidad. Pero no se confundan, lo suyo es de un gusto refinado. Como muestra de su talento, el disco se cierra con “Hovering Machine” un tema de casi once minutos (el resto tienen de media tres) con tormenta post-rock incluida. Un compacto a colocar junto a los mejores de Sufjan Stevens, Devendra Banhart o Beirut.
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