Ni siquiera en el improbable caso de que a cualquiera de nosotros nos tocase la lotería y pudiéramos dedicar el resto de nuestra existencia al dolce far niente, llegaríamos a degustar ni la cuarta parte de toda la música que nos gustaría antes de diñarla. Eso es así. Y lo es porque el pozo de la tradición de la música popular cocida a fuego lento desde ambos lados del océano atlántico es tan insondable – que se lo digan a Bob Stanley: leed su nuevo libro – que ni en varias vidas acertaríamos a acariciar su fondo.
Lo sabe bien Jeff Tweedy, siempre tan gozosamente deudor de Neil Young como de los Beatles (o tan de los Byrds como de los Kinks, en un plano menos obvio: aquí también transpiran), hasta el punto de que se ha permitido el capricho de contarnos que el "Sandinista!" (1980) de los Clash, uno de los grandes triples imperfectos de la historia (¿hay alguno que no lo sea?) le sirvió en bandeja la idea para este "Twilight Override" (2025), alumbrado tras un laaargo viaje por carretera junto a sus hijos, Spencer y Sammy, también presentes junto a un puñado de amigos: James Elkington, Liam Kazar y Sima Cunningham y Macie Stewart.
El de Chicago desparrama bien a gusto, con el arrojo de quien está de vuelta de todo y apenas tiene nada que demostrar, a lo largo de treinta cortes en casi dos horas, que se avienen mal con el sinvivir en el que andamos sumergidos a diario. Este no es un disco pensado para ser digerido desde la rueda del hámster, desde luego. Huele a madera de roble y a fogata invernal. A belleza descascarillada. A traqueteo mirando a las estrellas. Al crujido de unas texturas que tratan siempre de revelar nuevos matices. Al yo-me-lo-guiso-yo-me-lo-como porque lo valgo de sobra. A la versión más inquieta, preciosista, juguetona y soberana – los sensacionales últimos bolos de Wilco por España podrían ser un presagio – de un músico que no es capaz de agotar su repertorio de artimañas ni queriendo, por mucho que se haya empeñado en hacer de su discografía durante los últimos tres lustros una enrevesada madeja de estrofas, riffs y melodías a las que no pueden importarles menos el nombre con el que se publiquen (Wilco, Jeff Tweedy o simplemente Tweedy) ni las comparaciones con las obras maestras de Wilco que todos tenemos en la cabeza. ¡Qué grande es este hombre cuando le da por explayarse desde lo pequeño!
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